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PRELIMINARES METAFÍSICOS PARA UNA CONCEPCIÓN. 429 En consecuencia, la metafísica que había de encajar esta revela­ ción, en complementariedad con ella, no podía provenir de una racio­ nalidad no cristiana. Tenía que ser nueva 39, recogida por una razón enriquecida por la gracia redentora de Cristo, capaz de descubrir el principio nuevo que, eterno, ha permanecido oculto al hombre hasta su manifestación en el Verbo. El mismo Verbo, con su Encarnación —luego Jesucristo—, es el creador de las claves de esta nueva metafísica —metafísica gené­ tica—, que deja en heredad a sus discípulos, con la sola y suficiente formulación del único principio de relación en que se constituyen el Padre y el Hijo. Estos discípulos, los metafísicos cristianos, habrían de construir a lo largo de la historia el sistema —sistema genético—, para que, para­ lelamente al desarrollo de la Iglesia —fundación religiosa de Cristo—, y teniendo a ésta como albacea, quedara proclamado su modelo —modelo genético— como luz que alumbre al mundo y sal que vivi­ fique a las conciencias, acerca de la verdad de su ser y su destino. La ruptura del principio de identidad por Cristo con la revelación de sí mismo como Hijo del Padre —teología—, y segundo término de la relación intrínseca en que se constituye el ser personal —metafísi­ ca— , abre el camino racional para cimentar una sólida construcción teórica —sistema—, sin otros previos instrumentos que el análisis de la nueva noción de ser que arroja el modelo propuesto por Jesucristo. Su desarrollo lógico nace fecundo de su propia dinámica interna, por el solo hecho de haberse librado la mente de la limitación metódica a que quedaba sometida bajo el principio de identidad. Observamos que en esta concepción genética de la metafísica no hay término superior a la persona que defina a ésta. La persona se constituye inmediatamente como definiendum, dado que la cate­ goría metafísica y teológica que alcanza el verbo «ser» en el cristia­ nismo es el de «persona divina», como hemos visto 40. 39 «No se echa el vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pelle­ jos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan» Mt 9,17. 40 Cf. J. M. L ó p e z S ev illa n o , La nueva m etafísica de F em an d o Rielo, o. c., p. 107.

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