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EL VESTIDO DEL CRISTIANO 393 (ver Gál 3,27; Rom 13,14), sino del hombre nuevo, de la imagen del Creador que, evidentemente, es Cristo. Y esto es una realidad actual, no simplemente futura. Pero esta realidad nueva debe ser considerada como inacabada en un proceso que compromete a cumplir lo aceptado en una obediencia a la que se ha obligado el creyente 9. El creyente, «vestido del hombre nuevo», es el hombre regene rado, «formado» según Cristo. Aunque es «criatura» nueva, creado (ktiszen ta) según Dios (Éf 4,24) estará siempre en estado de creci miento y desarrollo. Así lo sugiere la insistencia en la renovación constante: como «aposición» o adición explicativa es utilizado el verbo a n a k a in ó o en textos tan importantes como 2Cor 4,16 y Éf 4,22. Dicho verbo no sugiere la restauración del estado original, sino el contraste con la situación anteriormente existente 10. El revestimiento del hombre nuevo describe la acción creadora de Dios en el hombre. Aquel que está en Cristo o aquel en quien está Cristo es una nueva criatura: «... ni la circuncisión es nada ni la incircuncisión, sino la nueva criatura» (Gál 6,15). «El que es de Cristo se ha hecho criatura nueva» (2Cor 5,17). Aparte de las exigencias morales, el revestimiento de Cristo tiene dos consecuencias importantes: la igu a ld ad d e todos los qu e llevan el mismo vestido (Gál 3,28: y a no hay ju d io ni griego... p o r qu e todos sois uno en Cristo Jesús). De este modo son condenadas en su raíz las viejas diferencias entre pueblos, razas y religiones, y la com p lem en ta ried ad que ejercen unos creyentes respecto de los otros: cada uno es Cristo para el otro, una aportación esencial en la cual los distintos carismas reunidos se enriquecen constituyendo una unidad dentro del Cuerpo de Cristo. Evidentemente, el Creador de dicha unidad es el mismo Cristo. De él surgen todos los miem bros de su Cuerpo como de una célula original y originante del 9 E. L ohse , Die Briefe an die Kolosser und an Philemon, Göttingen 1968, p. 20. 10 T. K. A bbo t , The epistle to the Colossians, en The International Critical Commentary, 1956, p. 284.
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