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EL VESTIDO DEL CRISTIANO 387 El vestido revela no sólo lo que alguien es, sino también lo que hace y el estado de ánimo en que se encuentra: hay vestidos de boda, de luto, que indican alegría o tristeza, respectivamente; de indignación (de ahí el «rasgar los vestidos»), de asombro, de arre­ pentimiento. Casi todos los aspectos mencionados hasta el momento presen­ te se hallan condicionados, en cuanto a su importancia y significa­ do, por las circunstancias epocales y no son admisibles en nuestros días, una vez pasadas las circunstancias de la época en que se die­ ron determinados mandatos o prohibiciones... Hemos apuntado que el cambio de vestido puede ser signo de un cambio más profundo, que suele manifestarse despojándose de los vestidos anteriores, los vestidos viejos, aunque realmente no lo fuesen, y revistiéndose de otros nuevos. Para la Biblia, como para el hombre antiguo en general, los vestidos forman parte de la personalidad de quien los lleva, participan de su mismo ser. La entrega del manto que hizo Jonatán a David significaba ponerse a su servicio (ISam 18,4). David entendió el corte que hizo en el manto de Saúl como haber puesto la mano sobre el Ungido del Señor (ISam 24,5 ss.). Las vestiduras sacerdotales de Aarón pasa­ ron a su hijo Eleazar para simbolizar que heredaba su mismo poder (Éx 29,29). Al heredar el manto de Elias, Eliseo considera que ha pasado a él su poder (2Re 2,13-14). En esta perspectiva debe ser entendido el poder milagroso de los vestidos de Jesú s (Mt 9,21; 14,36) o del apóstol Pablo (Hch 19,12). Esta importancia tan grande que la Biblia da al vestido justifica que los verbos «despojar» y «revestir» hayan pasado al argot utilizado para describir la relación del hombre con Dios: son utilizados para designar la elección, el bautismo, la vocación, la salvación y la vida eterna. Lo más grave que le puede ocurrir al hombre es ser encontra­ do desnudo delante de Dios. Entonces, como le ocurrió a Adán, será expulsado del paraíso, del reino de Dios y de su presencia. Sin embargo, si nos encuentra vestido nos recibirá en la habitación celestial (2Cor 5,2-4). El pensamiento paulino no es claro en este texto. Él está preocupado por la posibilidad de ser hallados no ves­ tidos, sino desnudos. Probablemente está pensando en la suerte últi­ ma de los no creyentes, para quienes no hay dispuesto un vestido

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