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412 FELIPE F. RAMOS todo tipo de esclavitud a la que unos hombres puedan someter a otros, tanto en el campo social como en el religioso; su predilec­ ción por aquellos a los que el mundo no considera dignos de figu­ rar en nada ni de ser tenidos en cuenta para nada ni ser citados siquiera en la última línea de la jerarquía de valores que él ha esta­ blecido; la belleza de una enseñanza que levanta al hombre de ras de tierra en vuelo hacia la realización de sus máximas e insatisfe­ chas, e incluso inimaginables, aspiraciones; la armonía que debe reinar entre el hombre y Dios, entre el hombre y el hombre, entre el hombre y las cosas; la bondad del Dios de la gracia y del perdón que únicamente condena o excluye de su vida y compañía a aque­ llos que se autoexcluyen de ellas. En esta figura singular encontra­ mos el programa para la realización de todas las aspiraciones huma­ nas, precisamente porque en ella tenemos la imagen perfecta de lo teàndrico, la imagen perfecta de Dios. En la medida de nuestro esfuerzo por aceptar y asimilar esta imagen perfecta de Dios, nos hacemos a su «imagen y semejanza». Nos hacemos lo que ya hemos comenzado a ser por la previa acción de Dios en nosotros. Felipe F. R amos Universidad Pontificia Salamanca

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