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EL VESTIDO DEL CRISTIANO 411 te, emparejándolo con María de Betania primero y con María Mag­ dalena después23. La multiplicidad de imágenes que el mundo ha hecho de Jesús significa que lo que ha valorado positivamente el mundo es su pro­ pia ideología y se la ha trasladado a Jesús, al que ha convertido en representante de la misma. Ha domesticado a Jesús haciéndolo a su imagen y semejanza. La múltiple heterogeneidad de interpretaciones sobre la figura de Jesús han sido flores de primavera que no han resistido los calo­ res del verano. La confrontación seria y crítica con los textos bíbli­ cos, los únicamente fiables para su comprensión —a pesar de todos los matices que sea necesario distinguir en ellos— demostró que la «idealización» de Jesús, en uno u otro sentido, según la convenien­ cia ideológica de sus creadores, no hacía justicia a la verdadera rea­ lidad de una persona a la que se había intentado domesticar. Desde la intervención radical de Jesús en favor de la humanidad y de la dignidad humana, se elimina la visión teocéntrica y se presenta a un Jesús que, en cierto modo, resulta simpático a los ateos24. El intento de eliminar la visión teocéntrica de Jesús es una para­ doja, al menos para los creyentes: Él es la imagen del Dios invisi­ ble. La eliminación de lo «teocéntrico» es la destrucción de Jesús. Y dicha eliminación significa tal grado de deterioro en su figura que, incluso los simples admiradores o simpatizantes de Jesús, no admiti­ rían fácilmente. La finalidad de acentuar la plena humanidad de Jesús y su iden­ tificación con la realidad humana y con su causa no excluye la visión teàndrica. Por el contrario: es ésta la que fundamenta y justi­ fica aquélla. ¿Cómo se justifica si no la afirmación según la cual hablar de Dios es hablar del hombre? El Dios bíblico-cristiano es el Dios para el hombre. No va en contra de sus legítimos intereses, sino que los promueve. Y eso es lo que puso de relieve su «imagen perfecta». La visualización de Dios en ella nos obliga a descubrir su dimensión profètica, su severidad frente a cualquier tipo de domes­ ticación de Dios creándolo a la propia imagen, la condenación de 23 J. G nilka , Jesús de Nazaret. Mensaje e Historia, Herder, 1993, pp. 15-28. 24 J. G nilka, o . c ., p. 24.

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