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408 FELIPE F. RAMOS fotografía técnica de nuestros días, de la mentalidad y de la filosofía modernas, de nuestro lenguaje, de las aportaciones de la ciencia y de la técnica... son nuevos materiales preciosos con que los artistas modernos deben trabajar para ofrecer la imagen o imágenes en las que hoy quiere Dios verse reflejado. La validez de las antiguas no exime, sino que exige la creación de otras nuevas. Las fuentes de inspiración no se agotaron en el pasado. Dios sigue presente, ope­ rante, hablante. En el recuento de las múltiples y diversas imágenes que los artis­ tas del AT nos ofrecieron de Dios, unas nos parecen más bellas que otras, más cargadas de significado, más cercanas a nosotros, más atrac­ tivas, más seductoras. Otras pueden parecemos más frías, más leja­ nas, más hieráticas, menos expresivas, menos aceptables. En este con­ texto, Dios mismo se dedicó a participar en el concurso. Presentó su propia imagen. Y para ello se sirvió, como los concursantes anterio­ res, de una persona que, en este caso, era la imagen de su Hijo. 3.4. Dios modeló la imagen perfecta que hizo de Sí mismo uti­ lizando múltiples recursos que la hiciesen comprensible para sus destinatarios. En su auto-representación, Dios se adap tó p len am en ­ te a l ser hum an o y recurrió a aquellos elementos que son constitu­ tivos y esenciales del hombre: «Él (el Hijo) es la imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura» (Col 1,15). «Yplugo al Padre que en él habitase toda la plenitud... Pues en Cristo habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente» (Col 1,19; 2,9). Esta imagen del Dios presente, operante, hablante... tiene que tener y reflejar las mismas características del pintor que la presenta al concurso. Lo contrario sería una traición a su propia personali­ dad. La imagen en la que Dios se nos presenta no fue improvisada. Su esbozo se inició en el tiempo anterior al tiempo, en eso que lla­ mamos eternidad. Dios quiso definirse, expresar su propia identi­ dad, encontrarse con su propia personalidad y proclamarla. Y lo mejor que encontró para lograr su propósito fue su Palabra. Ella es la expresión y la concreción del ser mismo de Dios. El Dios auto- expresado desde la eternidad en su Palabra (en «inculturación» per-

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