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EL VESTIDO DEL CRISTIANO 407 ción, de su presencia operativa en la historia; la historia, y en par ticular la que consideramos como historia sagrada o de la salvación, nos es presentada en fabulosos cuadros plásticos que demuestran tanto el talento de los artistas que los pintaron como la sublimidad del «objeto»-Ser representado en ellos. Aunque su ser se escape a nuestra capacidad «imaginativa», su actuar se halla sometido a las leyes que constatan la realidad y la experiencia de los hechos vincu lados a nuestra historia. De ahí que podamos ofrecer tantas imáge nes de Dios como son sus intervenciones en favor de su pueblo o sus confrontaciones personales con el hombre individual: la des cripción-historia de Abrahán es una imagen de Dios porque actúa en él, en su vida, en su decisión, en su trayectoria. Otra imagen nos ofrece el profeta Ezequiel, en su visión de los huesos secos que revi ven y que representan al autor de la vida. Moisés, contemplando la zarza que ardía sin consumirse, nos proporciona otra imagen del Dios espiritual —el fuego es el elemento más espiritual de los que componían el universo, según la mentalidad antigua— y, teniendo en cuenta su figura ascendente hacia lo alto, podía indicar la unión entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Los israelitas y los egipcios se convierten en otra imagen del Dios que protege o casti ga. La imagen destacaría el aspecto moral de nuestro Dios. En el retorno del exilio babilónico, Esdras, en cuanto lector de la palabra de Dios, nos da la imagen del Dios que se acerca a nosotros a tra vés de su palabra 22. Hemos aducido alguno de los muchísimos ejemplos de perso nas cuya vida y actividades nos proporcionan imágenes diversas de Dios. Todas ellas son correctas. Todas ellas representan adecuada mente, aunque parcialmente, alguno de los aspectos que nosotros nos imaginamos que deben existir en Dios. Todas ellas hacen visi ble, con mayor o menor perfección, la «imagen y semejanza» de Dios, conforme a las cuales fue creado el hombre. Todas ellas son ensayos representativos de una realidad inagotable e «inimaginable». Todas ellas son exigencia de un incesante esfuerzo creativo por parte del hombre para que no se limite a contemplar imágenes pasa das, en un blanco y negro desvaído y difuminado. El colorido de la 22 G. R u t el , art. cit. en el diccionario que lleva su nombre, II, pp. 383-384.
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