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386 FELIPE F. RAMOS 1.1. El VESTIDO El vestido tiene en la Biblia una importancia extraordinaria. Forma parte de las necesidades vitales del hombre, lo mismo que el alimento y la habitación: «Nada trajimos a este mundo y nada podremos llevamos de él. Teniendo con qué alimentamos y con qué cubrimos, estamos contentos con eso» (ITim 6,7-8). El vestido no sirve únicamente para cubrir la desnudez del hombre. Es también revelador de la persona que lo lleva. Esto expli­ ca la prohibición del AT: No llevará la mujer vestidos de hombre , ni el hombre vestidos de mujer, porque el que tal cosa hace es abo­ minable a Yahvé, tu Dios (Deut 22,15). La prohibición obedecía al deber de evitar la mentira y el engaño. No llevar los vestidos ade­ cuados equivalía a colocarse un disfraz que propiciaba ambas cosas. En la Biblia son mencionados los vestidos propios de los profetas, de los reyes, de los sacerdotes, de los ricos, de las viudas, de los leprosos, de las prostitutas. La mujer cristiana debe vestir con senci­ llez y decencia: -Asimismo que las mujeres, con vestido honesto, con recato y modestia, sin rizado de cabellos , ni oro ni perlas ni vestidos cos­ tosos, sino con obras buenas, cual conviene a mujeres que hacen profesión de piedad» (ITim 2,9-10). -Y vuestro ornato no ha de ser el exterior del rizado de cabe­ llos, de ataviarse con joyas de oro o el de la compostura de los vestidos »(IPe 3,3)- Es una forma de inculcar la superioridad de la virtud sobre los ador­ nos exteriores. El cambio del vestido es casi tan importante como el del nom­ bre: cuando José es constituido virrey de Egipto, el faraón hizo que le vistiesen con vestiduras blancas (Gén 41,42); al sumo sacer­ dote Josué le visten con las vestiduras de ceremonia, las del ejerci­ cio del sacerdocio (Zac 3,3 ss.); la curación del hombre poseído por una legión de demonios hizo que la gente le encontrase «ves­ tido» (Le 8,35).

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