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EL VESTIDO DEL CRISTIANO 403 lar manera: «el indicativo y el imperativo en el pensamiento paulino». Con ella expresa el apóstol que el imperativo, las exigencias cristia­ nas, la ética y moral bíblicas deben ser consideradas como una deri­ vación lógica del indicativo en cuanto descriptivo del hecho cristia­ no, de la acción salvadora de Dios ofertada al hombre, del nuevo ser del creyente al que se le impone un nuevo actuar. La moral cristiana carece de autonomía; se halla motivada por la acción de Cristo; su justificación última tiene el fundamento y las raíces en la previa ini­ ciativa de Dios, que actúa en todo aquel que se abre a la acción que Dios le concede. En resumen: el imperativo surge del indicativo . 3.1. El «hombre nuevo» es una realidad ya lograda. Al mismo tiempo es objeto de realización constante. Pablo considera insepa­ rables ambas realidades (Col 3,9-10; Éf 4,22-24). Es su propia expe­ riencia la que le obliga a pasar de la una a la otra. La razón es clara. El cristiano es consciente de su nacimiento a una nueva vida. Por un lado, sabe que el pecado y el poder del mal han sido esencial­ mente destruidos. Por el otro, tiene la experiencia de la necesidad de mantener una lucha incesante para que su hombre nuevo no envejezca. Tiene que contar con la posibilidad de que su nuevo ser se devíe de la nueva situación, en la que Cristo se ha convertido en el centro de su corazón y de su voluntad. La nueva morfé o mórfo- sis recibida exige ineludiblemente la metamorfosis, la actitud y esfuerzo transformantes como exigencia de la morfé recibida. El evangelio de la gracia trasciende el moralismo, pero es creador de la vida moral. Las exigencias ético-morales que le son impuestas al hombre nuevo constituyen la expresión y el respaldo de la nueva imagen, que tiene que ser renovada mediante un conocimiento más íntimo del Creador (2Cor 4,4-7.16-18). Sólo así la nueva morfé puede llegar a convertirse en la metamorfosis anunciada e incoada. Es el pensamiento de Pascal, según el cual nosotros no podemos buscar a Dios sin que ya, de alguna manera, lo poseamos. No le encontra­ ríamos si, previamente, no hubiésemos sido encontrados por Él. Cristo lo formuló de forma alegórica cuando dijo que los sarmientos no pueden dar fruto, ni siquiera seguir siendo tales, sin su unión con la vid (Jn 15,5) 19. Buscamos lo que ya poseemos, pero sin la búsqueda nos veríamos despojados de la posesión. 19 F. W. B ear - G. P. M c L eod , Colossians, p. 216.

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