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EL VESTIDO DEL CRISTIANO 401 por su referencia al de ICor, pone de manifiesto que la recuperación de la imagen de Dios, plasmada en el hombre por su Creador, es sinónima de la aceptación-unión con Cristo, de la comunión con Él. El pasaje de Colosenses demuestra que Pablo se halla muy lejos de cualquier tipo de especulación mítica. Lo que él deduce como consecuencia de llegar a ser «imagen de Cristo o de Dios» o de «revestirse del hombre nuevo» no puede ser más práctico: «Mortificad vuestros miembros terrenos, la fornicación, la impureza, la liviandad, la concupiscencia y la avaricia, que es una especie de idolatría... Pero ahora deponed también todas estas cosas: ira, indigna­ ción, maldad, maledicencia y torpe lenguaje... No os engañéis unos a otros; despojaos del hombre viejo con todas sus obras...» (Col 3,5.8.9) 16. Todos los vicios, defectos o pecados citados constituyen, junto con otros que pudieran mencionarse o explicitarse por hallarse impli­ cados en los referidos, constituyen «el cuerpo de pecado». Afortuna­ damente, este «cuerpo de pecado» no ha sido heredado por el hom­ bre. ¡Magnífica herencia! Desafortunadamente este «cuerpo de pecado» lo fabricamos nosotros. Las expresiones paulinas sobre la responsabi­ lidad personal del «cuerpo de pecado» no pueden ser más claras. 2.7. En el texto de Colosenses tenemos el eco claro de la litur­ gia bautismal: el creyente es vestido con el hombre nuevo, con Cris­ to. De ahí el aspecto de alabanza y de acción de gracias subyacente en las expresiones: *Y vestios del (hombre) nuevo, que sin cesar se renueva para lograr el perfecto conocimiento según la imagen de su Creador, en quien no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro o escita, siervo o libre, porque Cristo lo es todo en todos» (Col 3,10-11). 16 G. K ittel , en el diccionario que lleva su nombre, artículo sobre la imagen y, en concreto, El hombre, imagen de Dios, II, p. 395. En esta parte del artículo se entrecruzan con la máxima naturalidad las tres imágenes paulinas más densas y significativas, en orden a expresar la existencia cristiana en su naturaleza y en sus exigencias.

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