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398 FELIPE F. RAMOS 2 . C o n c u r r en c ia sig n ific a tiv a d e la im a g in ería pau lin a 2.1. El «hombre viejo», tenga la edad que tenga y viva donde quiera que sea, del que debe despojarse el creyente, es el que perte­ nece al mundo o eón antiguo; el que vive en enemistad con Dios; aquel que se halla inmerso en la única realidad que Dios condena, la maldad; el dom inado por el egoísmo absoluto y la autonomía total, que excluyen de su vida al Otro y a los otros. Ése es el hom­ bre «viejo». El apóstol lo dice de esta forma más gráfica, aunque de más difítil comprensión: el cuerpo de pecado. El hombre viejo es aquel que tiene «el cuerpo del pecado». En el texto siguiente de la carta a los romanos aparece con toda claridad el paralelismo de ambas expresiones: «Pues sabemos que nuestro “hombre viejo”ha sido crucifica­ do, para que fuera destruido “el cuerpo del pecado”y ya no sir­ vamos al pecado» (Rom 6,6). El cuerpo de pecado es el cuerpo, el ser humano, en cuanto que vive bajo las órdenes de un señor que lo esclaviza, que le tiene sometido a una existencia que acabamos de definir como «vieja»; es el hombre sometido a los poderes implacables que son el pecado y la muerte (Fil 3,21). 2.2. La expresión «hombre viejo, hombre nuevo» puede sonar a fatalismo. El hombre se siente impulsado y como determ inado por «lo viejo», a lo que tiene que renunciar, o por «lo nuevo», a lo que debe aspirar. Este determ inismo no metafísico, sino de deci­ sión, condiciona el uso de la libertad. El hombre se halla sometido a determinados poderes que le impulsan en la dirección positiva o negativa. El libro de la Sabiduría, que refleja el pensamiento grie­ go, lo dice así: «En alma maliciosa no entrará la sabiduría ni morará en cuerpo esclavo del pecado» (Sab 1,4). El autor afirma la existencia de un «alma maliciosa» y de «un cuerpo sometido al pecado». Expresa de forma paralela una realidad negativa que el hombre debe evitar. Es el «yo» destructor de lo bueno

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