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EL VESTIDO DEL CRISTIANO 395 necesita el hombre ser revestido otra vez: es preciso el cambio de un cuerpo animal en otro espiritual (ICor 15,44). Ni siquiera pode­ mos imaginarnos cómo un cuerpo pueda ser «espiritual», aunque el pensamiento vinculado a esta expresión no se centra en la realidad material y extensa que llamamos «cuerpo» en su contraposición a la espiritual e invisible llamada «alma». Se trata del ser humano, que deja de ser regido por las leyes biológicas o fisiológicas actuales y comienza a serlo por el principio vital generador de vida divina que es el Espíritu. Comienza la fase en que la metamorfosis-transforma- ción es completa; en que la vida divina es participada en toda su plenitud, en la medida de la capacidad del ser humano limitado; en que nuestro cuerpo mortal, nuestra humanidad será transformada, como la humanidad de Cristo, aunque sea necesario salvar las debi­ das distancias, en la imagen de Dios sin las opacidades que en la vida presente la enturbian; en que serán superadas todas las limita­ ciones «corporales», las impuestas por nuestra existencia biológico- fisiológica, aunque continúen las limitaciones humanas o las del ser limitado: no nos haremos dioses... Poner el vestido nuevo sobre el viejo significa la superación de la muerte. Debe destacarse que el motivo del cambio de vestido debe hacerse compatible con la permanencia del creyente en su existencia escatológica 12. En otro pasaje, el mismo apóstol lo describe de manera más plástica: «Pues sabemos que si la tienda de nuestra mansión terrena se deshace, tenemos de Dios una casa sólida, no hecha por mano de hombres , eterna, en los cielos. Gemimos en esta tienda nues­ tra, anhelando sobrevestirnos de aquella nuestra habitación celestial, supuesto que seamos hallados vestidos, no desnudos. Pues realmente, mientras moramos en esta tienda, gemimos opri­ midos, por cuanto no queremos ser desnudados, sino sobreves­ tidos, para que nuestra mortalidad sea absorbida por la vida. Y es Dios quien nos ha hecho así, dándonos las arras del Espíri­ tu» (2Cor 5,1-5). 12 H. P au lsen , art. cit. en EWzNT, I, p. 1104.

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