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394 FELIPE F. RAMOS mismo. Los creyentes tienen que ser los primeros promotores y defensores de las mencionadas igualdad y complementariedad. Dios es padre de todos los hombres. Esto crea la fraternidad univer­ sal. Se condena la guerra, las desigualdades, la discriminación, la corrupción, la explotación... Se establece, al menos como ideal, la igualdad de naturaleza y trato entre todos los hombres. El actuar sigue al ser. Así como el hombre viejo se halla domi­ nado por los vicios (Col 3,5.7), así el nuevo debe estar determinado en su conducta por la virtud. El texto de Colosenses, que antes cita­ mos, menciona cinco virtudes que el creyente debe practicar. Son las mismas que, en otros pasajes, son presentadas como propias de Dios o de Cristo (Col 3,12): — revestios de entrañas de misericordia. Pablo se refiere a la misericordia de Dios en otras ocasiones (Rom 12,1...); — la bondad es mencionada como atributo de Dios en Rom 2,4; Éf 2,7; Tit 3,4; — la humildad recuerda la actitud de Cristo hasta su muerte (Fil 2,8); — la longanimidad la practica constantemente Dios con los hombres (Rom 2,4; 9,22); — la mansedumbre encuentra su referencia en la de Cristo, a la que apela Pablo (2Cor 10,12). El verbo «revestir» (endyo) lo emplea Pablo para designar el paso de lo corruptible a la incorrupción, de lo mortal a la inmortali­ dad (ICor 15,53-54). Es utilizado también para designar el esfuerzo en la adquisición de determinadas actitudes y virtudes cristianas o simplemente humanas 11. 1.3. E l revestim iento último Nos referimos a la transformación definitiva o a la participación en la vida divina sin las limitaciones que impone la vida presente. Para vivir plenamente la vida de Dios en su fase última y definitiva 11 A. O epke , art. cit. en TWzNT, II, p. 320.

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