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EL VESTIDO DEL CRISTIANO 1. * V estio s del S eñor J esucristo » (Rom 13,14) El título que antecede es una de las imágenes más bellas y sig­ nificativas de la vida cristiana... Una de las más profundas. El desco­ nocimiento de la misma ha hecho que no se la haya tenido frecuen­ temente en la consideración debida. Y con plena razón. Aquellos que se atrincheran en la justicia «intrínseca», en el cambio «radical» producido en el hombre por el principio de la justificación en con­ tra de la justicia «imputada», aplicada desde fuera al pecador, aque­ llos que siguen haciendo ascos del hombre simultáneamente justus et peccator, encuentran en esta imagen del vestido una buena justi­ ficación para defender su postura. El vestido es algo externo, secun­ dario, accidental, aplicado al hombre desde fuera sin que afecte su ser más íntimo. Sería, digámoslo con tanta claridad como sonrojo, la justicia protestante «forense», decorativa, sin que produzca en el hombre mayor cambio que el de una mirada posada sobre él, por penetrante que ella sea. Dicha mirada podría cambiar al hombre como lo transforma un vestido o el dictamen del juez que firma la inocencia de un procesado. La cuestión se agrava en nuestro caso porque el texto lo hemos tomado de la parénesis. Esto significaría, en principio, que se trata de una exigencia impuesta al hombre, de algo en suma que el hom­ bre podría hacer por sí mismo. Lo mismo que puede cambiarse de. vestido. Las páginas siguientes intentan demostrar la falsedad de una valoración tan superficial. Repitamos que es una de las imágenes más profundas de las empleadas por el apóstol Pablo para describir la existencia cristiana. El desarrollo del significado de la misma nos descubrirá su relativa novedad y su profundidad.

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