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290 MARIANO ÁLVAREZ GÓMEZ De suyo, esto no representaría ninguna novedad si no fuera porque, para Eckhart, ésta es la perspectiva radical. Hasta ahora habíamos visto que la identificación de los trascendentales se debe a su radicación en Dios. Ahora se nos dice que tal radicación tiene como expresión adecuada la inteligencia. O, dicho de otra forma, Dios es principio de las cosas en cuanto inteligencia suprema: «Es preciso saber que el principio en el que Dios creó el cielo y la tierra es la naturaleza del entendimiento... Pues el entendi miento es el principio de la naturaleza toda»5. Espero que, a lo largo de la exposición, se pueda ir atisbando el alcance y las implicaciones que tiene tal afirmación. En segundo lugar, los trascendentales tienen un carácter priorita rio respecto de la realidad. En cuanto que representan o constituyen sus «razones ideales»», esto es algo que se deduce inmediatamente. Pero, aparte de que, como vamos a ver, se confirman y se intensifi can los puntos de vista ya expuestos, es importante la demarcación explícita de los trascendentales frente a las simples cosas, en cuanto encuadradas dentro de las categorías. Tal vez lo más característico del apriorismo ontologico, en que dicha demarcación consiste, sea el hecho de que se niega cualquier tipo de inherencia a los trascendentales y de que, en consecuencia, sea cual fuere el grado de modificación a que se someten las cosas «unas»» o verdaderas, la unidad y la verdad mismas no son suscepti bles de modificación alguna, puesto que representan la condición de posibilidad para que podamos seguir identificando a las cosas como unas o como verdaderas en medio de sus cambios: «... acerca de los términos generales, como el ser, la unidad, la verdad, la sabiduría, la bondad y semejantes no se ha de ima ginar o juzgar según el modo y la naturaleza de los accidentes, que reciben el ser en el sujeto y por el sujeto y por su transmuta- quod Plato ponebat ideas siue rationes rerum principia omnium tarn essendi quam sciendi» (LW I, 49,14-19). 5 «... sciendum quod principium, in quo deus creavit caelum et terram, est natura intellectus... Intellectus enim principium est totius nature» (LW I, 50,6 ss.).
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