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UNIDAD Y REFLEXIÓN 307 todo de una forma general, como ocurre con la idea de ser en cuan­ to concepto «generalísimo», pensamos que una cosa lo es todo en virtud de su propia singularidad. En ese caso, extensión y compren­ sión vienen a ser sinónimas de universalidad y singularidad, respec­ tivamente. Y la identidad de aquéllas significa nada menos que la identidad de éstas, identidad ciertamente paradójica. Que yo sepa, Eckhart no plantea explícitamente la cuestión, pero la concepción indicada se deduce muy claramente de sus propias palabras. Al tratar de que los atributos en Dios «pasan a ser» idénticos con su sustancia, afirma que esto proviene «ex sufficientia sua sin- gulari». Si tenemos en cuenta que el ser no es simplemente una cua­ lidad o atributo de Dios, que pasara a ser, como los demás, idéntico con su sustancia, sino el verdadero constitutivo de Dios, más aún, aquello que es Dios con propiedad, resultará que la «suficiencia sin­ gular» o singularidad suficiente propia de Dios tiene su raíz en el ser mismo. Ésta es, entonces, la razón de su máxima universalidad y de su singularidad extrema. O, dicho de otra forma, como principio general: una cosa es esto y aquello en la medida en que es ella misma, en la medida en que se basta a sí misma. El ser es esto y aquello, y lo es en definiti­ va todo, justamente en la medida en que es él mismo y no es otra cosa. Con otras palabras: está presente en todo y es «indistinto» de todo (sobre la indistinción volveremos más adelante) justamente porque es absolutamente idéntico a sí mismo. La identidad entre el ser y Dios supone una plenitud de ser, y ésta, a su vez, implica el paso de los atributos de Dios a la sustan­ cia con la que se funden, precisamente porque el ser es absoluta­ mente único y singular: «Todo accidente del sujeto y en el sujeto tiene un único ser con el sujeto y el ser mismo del sujeto, aunque fueran mil acci­ dentes. Pues el ser de los mismos es ser-en, es decir, ser en el sujeto. Y más concretamente, su ser es en el ser mismo de su suje­ to. En Dios, por contrario, son lo mismo este ser mismo y la esen­ cia o sustancia. Por ello, todos los predicamentos accidentales en Dios pasan a ser sustancia según su género y modo de predica­ ción que reciben del sujeto y de la relación al sujeto. Ahora bien, la relación es la única que no adquiere su género predicamental

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