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292 MARIANO ÁLVAREZ GÓMEZ «ser supremo», como causa de todo ente. Que los «términos genera­ les» no sean inherentes es lógico, si se tiene en cuenta el plantea­ miento. Ahora bien, de la inherencia se habla aquí en el sentido en que son inherentes los accidentes. Esto es importante, porque la no- inherencia no significa simplemente ausencia respecto de las cosas, sino justamente todo lo contrario: la presencia más radical, como se verá más adelante. Con otras palabras, la inherencia que se excluye es la de «pos­ terioridad», no la de «prioridad». Aun prescindiendo del carácter onto-teo-lógico que tal prioridad tiene en el contexto y limitándonos a la prioridad de carácter estrictamente trascendental en el sentido de «condición de posibilidad», el dato es muy importante, porque de haberse tenido en cuenta habría evitado muchos quebraderos de cabeza en la discusión sobre la posibilidad o no de la Metafísica. En tercer lugar, los conceptos son absolutamente superiores a todo lo demás, en cuanto que son idénticos con Dios. Ello implica que son «indistintos» respecto de lo inferior. En un contexto, en que niega de Dios el carácter de número, Eckhart afirma: «Lo superior es siempre indistinto de su inferior, lo inferior en cambio, es, por el contrario, siempre distinto, en cuanto finito. Ahora bien, lo indistinto ignora el número. Además, lo superior no forma número con lo finito»7. Esta indistinción radical de los trascendentales, en cuanto que son idénticos con Dios, implica ya una peculiar presencia en lo limi­ tado y distinto. Como principio general, la indistinción nos sitúa en el horizonte que nos hace posible la comprensión del significado peculiar de la unidad. A lo largo de todo el trabajo tendremos que ver con un tipo paradójico de relación entre Dios y los seres, entre los trascendentales y las cosas todas de que se predican. Lo que acabamos de ver sobre la índole general de los trascen­ dentales nos va a facilitar la comprensión del punto siguiente. 7 «... superius semper est indistinctum a suo inferiori, inferius autem e converso semper est distinctum, utpote finitum. Indistinctum autem ignorat nec admittit nume- rum. Praeterea superius cum inferiori non ponit in numerum» (LW IV, 100,7-10).

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