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ESCRITURA Y SENTIDO EN E. LLEDÓ Y J. DERRIDA 267 lògos de la filosofía occidental. El lògos, la razón, no es entendido ahora como referente de verdad. Desde la estrategia deconstructiva no cabe hablar de referencia de sentido tal y como lo ha hecho la metafísica clásica. Para la tradición filosófica todo significante, espe­ cialmente el escrito, es derivado; no remite a sí mismo. La escritura ha sido entendida como «signo, significando un significante que sig­ nifica a su vez una verdad eterna, verdad eternamente pensada y dicha en la proximidad de un lògos presente»8. La filosofía metafísi­ ca de la presencia ha invadido, en opinión de Derrida, incluso los intentos heideggerianos de invertir el olvido del ser para quedarse esperando en el lenguaje el acontecimiento ontologico originario de un ser que se hace presente en el propio momento de su ocul­ tación. La escritura, por tanto, no ha sido considerada nunca más que como un mecanismo de expresión, una metáfora, al fin y al cabo, o bien de la realidad físico-natural, o bien de la realidad interior de la consciencia. De lo que se trata en la gramatología es de «deter­ minar el sentido “propio” de la escritura como la metaforicidad de sí misma«*9. La propuesta de Derrida es reivindicar el fenómeno ori­ ginario de la huella, la escritura como archi-escritura, como radica- lización del papel del significante en la organización de la expe­ riencia 10. Por ello este concepto mismo de escritura no afecta únicamente a la lingüística o a la filosofía del lenguaje, sino a la raíz misma del pensamiento filosófico, ya que la escritura ahora no puede ser expresión o representación de un foco presencial de ver­ dad, bien sea la realidad o la propia subjetividad, sino que es repre­ sentación de sí misma. En su ensayo La farm acia de Platón, Derrida se detiene a estu­ diar por qué Platón era tan temeroso de los efectos del fármaco de la escritura. No en vano fue esta droga de la memoria una de las pocas cosas que hizo que Sócrates saliera de su espacio lógico-natu- ral de la pòlis para dejarse embriagar por los desviados caminos de 8 Ibidem, p. 22. 9 Ibidem, p. 22. 10 Cf. P. P eñalver G óm ez , La deconstrucción: escritura y filosofía, Barcelona, ~ Montesinos, 1990, p. 71.

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