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264 JOAQUÍN ESTEBAN ORTEGA Dejando a un lado la incuestionable importancia de la oralidad, tanto desde el punto de vista pedagógico, como social y cultural, la escritura supuso la aparición de nuevas formas de discurso como las de la prosa legal, la prosa del relato histórico o la prosa filosófi­ ca, las cuales reflejaban bien la posibilidad de la reflexión y de la objetividad científica. Esto mismo es lo que provocó nuevas institu­ ciones sociales y políticas, y lo que consolidó la paideía griega y su proyección en el desarrollo de la modernidad. La creación de la imprenta resultará ser el hecho determinante para la liberación de un pensamiento abstracto, que poco a poco le irá proporcionando al hombre una posición central en el cosmos, a la vez que se abre un tiempo nuevo para la consideración de la memoria. La escritura entra ahora en el tiempo mediato de la comunidad. Su posesión ya no legitima para adueñarse de su propio sentido. El hecho de que cada hombre pudiera leer de forma individual la palabra sagrada ya no sólo supuso la liberación de las conciencias, sino una convul­ sión institucional en el orden sociopolítico. La razón humana, y sus incalculables progresos, tenderá a quedar fijada en la escritura, y la propia ciencia se servirá de su capacidad de acumulación y de su connatural apertura. No obstante, la escritura científica exigía mayo­ res niveles de abstracción y formalización del pensamiento con obje­ to de unlversalizar sus posiciones. Esto fue lo que motivó el total desarrollo de la escritura simbólica. Ahora bien, es en el lenguaje natural donde verdaderamente se radicaliza la función del lengua­ je dentro de la filosofía hermenéutica. De algún modo, el aconteci­ miento lingüístico manifiesta especulativamente la estructura esen­ cial de la realidad en su procesualidad histórica. Como ya hemos señalado, para Lledó la escritura abre un nuevo espacio de la memo­ ria, en el que se consigue superar la dialéctica vida-muerte que sus­ tenta la inaprehensibilidad del instante lingüístico del habla. De algún modo, el diálogo presencial e inmediato se recualifica con la mediación hermenéutica del tiempo y se consolida la consciencia inevitablemente temporal y lingüística del ser humano. No obstante, no todas las posturas sobre la escritura y el desa­ rrollo del pensamiento en Occidente se manifiestan positivamente debido al carácter dominante y represivo que el lenguaje escrito y sus manifestaciones institucionales han venido representando sobre aquellas sociedades, primitivas o no, y sobre aquellos individuos que no han accedido a la alfabetización. Si no se tiene tan claro el

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