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ESCRITURA Y SENTIDO EN E. LLEDÓ Y J. DERRIDA 281 A raíz de todos estos planteamientos que venimos haciendo cabe concluir que nos encontramos con que aquella figura metafó­ rica del padre, con cuya inevitable presencia Platón intentaba poner en evidencia la inconsistencia de la escritura, pasa a ser entendida como la de ese lector-receptor-hermeneuta en el que se configura históricamente el sentido. La figura del padre no es entendida, de este modo, como en Derrida; es decir, como esa fuerza impositiva de la presencia del lógos que sanciona los intentos parricidas implí­ citos en la aspiración de orfandad de la archi-escritura. El padre hermeneuta es, efectivamente, presencia; pero una presencia no san- cionadora. El padre de las letras se ocupa de protegerlas sometién­ dolas a un constante interrogatorio que se desarrolla históricamente y que las mantiene vivas en un tiempo de permanente apertura. Como dice Lledó, «<el padre que defiende el lenguaje es, por consi­ guiente, la brillante metáfora que alude a la trascendencia de una escritura en la que siempre yace una cierta responsabilidad históri­ ca. Las palabras pierden así su soledad, su orfandad para sustentar­ se en la compañía de aquellos significados que las orientan, justi­ fican y abren hacia el diálogo futuro» (ST, 115 ). Ésta es, en definitiva, la actitud hermenéutica con la que Lledó se enfrenta al problema de la historiografía general y filosófica que surge de la extensión textual del fenómeno de la escritura. El sentido ya no es una con­ dena, sino una aspiración. Joaquín E steban O rtega Instituto Superior de Filosofía Valladolid

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