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280 JOAQUÍN ESTEBAN ORTEGA preta un texto tiene que ver con diversas claves relacionadas con el individuo concreto, con su desarrollo social, cultural, ideológi co, que diversifican y, hasta cierto punto, realizan la posibilidad de la escritura» (ST, 119). Rescatar, tanto desde el punto de vista ontológico como desde la perspectiva estrictamente epistemológi ca, la incuestionable dimensión de los prejuicios del ostracismo al que habían sido sometidos por el impulso ilustrado, no habría sido posible sin el reposicionamiento del hombre en la historia. Sabemos que para Lledó la memoria del lógos es ese momento esencial en el que la historia adquiere su más genuina forma antropológica; y este hecho es el que determina que dicha memo ria sea el sustento esencial de la constitución semántica de la escritura, en tanto que el receptor pertenece a ese mundo desde el que consigue proyectar las múltiples y renovadas actualizacio nes interpretativas. Lo que ocurre, como ya se ha apuntado, es que es verdaderamente difícil sistematizar el fenómeno de la recepción debido a su circunstancialidad implícita. De hecho, ni en el propio Gadamer, ni en los autores que se han ocupado de la cuestión, se puede encontrar un deseo por regularizar la lectu ra. Sería contradictorio con los principios filosóficos que lo sus tentan. En este sentido es en el que Lledó rescata todo el poder connotativo de esa metáfora platónica sobre la vitalidad creativa de la escritura en el alma. Efectivamente, Platón hace reposar la sabiduría auténtica en la interioridad de la anámnesis; únicamente desde este lógos originario es desde donde cabe contemplar el reflejo de la palabra escrita. Sin embargo, para Lledó ese proceso mimético no solamente no es con denatorio, sino que es donde verdaderamente se autentifica el poder esencial de la memoria. La memoria es ese espacio en el que se coimplica la vocación y la provocación que el mundo y el hombre mantienen entre sí; es decir, el lugar en el que la sensibilidad de las letras se desrealiza significativamente en el tránsito hacia la intimi dad. «Escribir en el alma es la transposición al espacio teórico, a la interioridad, de ese espacio real, objetivo, sensible donde la escritu ra aparece» (ST, 120). Pero a la vez se trata de un juego cíclico de retroalimentación constituyente, ya que la interioridad del receptor, de la que nos habla esta filosofía del lógos que estudiamos, tiene la peculiaridad de la inacababilidad y de la construcción histórica per manente.
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