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ESCRITURA Y SENTIDO EN E. LLEDÓ Y J. DERRIDA 279 Lledó, como es sabido, viene haciendo, a lo largo de toda su vida y en la órbita de la historia de la filosofía, un genuino ejercicio de potesis receptiva que, de alguna manera, se hace paradigmático con la provocación del diálogo platónico. En este contexto de la receptividad se enfrenta a Platón, renunciando a interpretar la escri­ tura desde su estatismo y endurecimiento semántico. Para Lledó, esa paternidad de la que nos habla el mito platónico de la escritura mediante la cual Platón cree que se garantiza el único y correcto sentido de la literalidad inmediata, se nos presenta desde una nueva óptica hermenéutica al ser interpretada como la metáfora del padre que defiende el sentido en su proyección histórica y, por tanto, desde el punto de vista del receptor-lector que actualiza de forma mediata estos sentidos. Para Lledó, efectivamente, la escritura es silenciosa, pero es pre­ cisamente ello lo que le permite escuchar las permanentes interpe­ laciones que reclaman de ella nuevos o complementarios significa­ dos. En palabras de Lledó: «La escritura no dice siempre lo mismo, porque el lenguaje, al ser incorporado a otra consciencia, se refleja en perspectivas diferentes y se renueva en la reflexión de aquel con quien habla. Pero, al mismo tiempo, en cuanto escrito acabado e incapaz de decir como letra otra cosa que lo que dice, permite, para­ dójicamente, la siempre renovada tensión de futuras interpretacio­ nes» (ST, 117). A nuestro entender, Lledó carga plenamente de sentido la metá­ fora platónica de la «escritura del alma», o ese tránsito al oído inte­ rior (das innere Ohr) del que habla Gadamer20, a la hora de descri­ bir la génesis del discurso receptor. La existencia de un discurso hermenéutico paralelo al que fue fundado por el texto originario es el definitivo momento en el que se alberga la constitución del senti­ do. Del mismo modo que en la propuesta de Gadamer, tampoco hay pretensión en la filosofía de Lledó de delimitar, como ya se hizo en la preceptiva hermenéutica clásica, unos presupuestos rígidos y objetivos de lectura. «Entre otras razones, tal y como señala nuestro autor, porque la legitimidad de todo discurso que entiende o inter- 20 H. G . G a d a m e r, o . c ., Bd. 2, 1986, p. 205. Trad. esp. Manuel Olasagasti, Salamanca, Sígueme, 1992, p. 200.

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