PS_NyG_1996v043n001p0261_0281

278 JOAQUÍN ESTEBAN ORTEGA de proyectar su aspiración ontológica. El deseo es el baluarte de la constante provocación del preguntar originario con el que las letras, y la alteridad textual en general, consiguen fructificar sin diluirse en la esterilidad del olvido. Sobre el lenguaje interior como procedencia de ese preguntar necesario y sobre su determinación subjetiva, Lledó se manifiesta de la siguiente manera: «La pregunta fecunda ese lenguaje que el hecho de preguntar objetiva, porque preguntar brota del lenguaje interior que constituye a cada persona. Un lenguaje en el que la “otra” palabra no es estéril, porque al recibirla en el movimiento que funda toda dialéctica hace fructificar el contenido que encie­ rra. Una cuestión, pues, de perspectiva, de mirada interior, de “reflexión” en la que se hace posible la actuación de un sujeto que es, al par, objeto de sí mismo —objeto para la subjetividad— y que al recibir el otro lenguaje lo integra en el propio» (ST, 169). La primacía del preguntar no se explícita únicamente, como vemos, en la descripción de la lógica dialógica, sino que además se deter­ mina al ser el constitutivo esencial del horizonte receptivo de la comprensión. Preguntar implica una clara disposición de apertura y de dejarse decir por un lenguaje en el que ya están implícitas las respuestas. «Comprender, dice Lledó en este sentido, es asumir el lenguaje propio —nuestra identificación desde el lenguaje cono­ cido, el lenguaje que somos— con el de la “nueva” proposición» (ST, 169). Conocer es, pues, re-conocer. Caer en la cuenta del reconocimiento, de esta estructura dia­ léctica de la anámnesis, supone constituir el soporte imprescindi­ ble de esa intimidad receptora en el proceso activo de hacer memoria. Es aquí donde la paideía encuentra su verdadero valor ético dentro de la sociedad desmemoriada al hacer que la forma­ ción de la intimidad permita una fructífera recepción. Con la pai­ deía se pretende luchar contra la esterilidad semántica, herme­ néutica y, consecuentemente, ética. Como apunta Lledó: «Toda educación debe mantener y estimular ese intercambio entre semi­ lla que se siembra, palabra, mensaje, discurso que se comunica, y permitir que esos “objetos” verbales, al anidar en la mente de quien los recibe, fomenten y alienten otros vuelos teóricos, crez­ can en otras palabras, originen un caudaloso fluir en el cauce del futuro» (ST, 179).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz