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EXPERIENCIA DE DIOS EN LA HISTORIA 255 Pensamos también que es en esa experiencia vaga y originaria donde adquiere su fuerza el núcleo de verdad del argumento onto­ logico, un argumento que, a pesar de haber sido tantas veces refu­ tado, ha saltado de nuevo y con nuevo vigor a la palestra filosófica, por lo general llevado de la mano no por pensadores mediocres, sino por grandes figuras del pensamiento filosófico o teológico. Y es que en realidad partiría de una «experiencia» originaria y pro­ funda ya presente en el hombre y difícil de erradicar. Es cierto, por otra parte, que los que han defendido el argumento ontologico no han partido de modo explícito de esa experiencia vaga, sino de una idea más concreta de Dios. Pero parecería que la fuerza del argu­ mento estaría fundada en esa experiencia originaria. Y creemos que también las pruebas que, partiendo de la ley moral, postulan la existencia de Dios presuponen ya esta experien­ cia originaria de Dios y parten de ella. Sin esta previa experiencia no pensamos que sea posible llegar a Dios mediante imperativos categóricos y postulados, como hace Kant en la Crítica de la razón práctica. En todos estos casos la experiencia originaria de Dios adquiere formas concretas y explícitas, que no se limitarían a hacer explícito lo implícito. Más bien, mediante las formas explícitas, puede afir­ marse, confirmarse y acrecentarse la experiencia originaria de la que parten. Como ya hemos apuntado, también sería la experiencia origi­ naria la raíz del fenómeno religioso con sus múltiples representacio­ nes. Éstas se fundarían, ante todo, en el misterio infinito, imposible de representar. Pero se fundarían también en el carácter vago e inde­ terminado de la experiencia y en la historicidad de los sujetos que se esfuerzan por representar lo infinito de alguna manera. Las repre­ sentaciones dependen de los ámbitos culturales, de los niveles de los conceptos de cada uno de ellos, así como de su evolución his­ tórica. No estará de más recordar aquí que precisamente los místicos, que han vivido con más intensidad la experiencia de Dios, y no ya en el sentido originario, sino de modo más explícito y concreto, han relativizado las representaciones o las construcciones teológicas y han preferido la vía de la teología negativa. Dice a este respecto san Juan de la Cruz, que «los que imaginan a Dios debajo de algu-

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