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EXPERIENCIA DE DIOS EN LA HISTORIA 251 y en otros casos se tiene una experiencia de lo misterioso y de lo infinito 11. En realidad, aceptar una experiencia vaga de lo infinito, como en los casos indicados, no parece muy problemático. Y de hecho parecen haberla aceptado muchos, creyentes o no, también en la historia de la filosofía. En la M ed itación III, Descartes habla de la percepción de lo infinito; y cree que no debe pensar que lo per­ cibe como negación de lo finito, sino mediante una verdadera idea positiva. Y recientemente Max Horkheimer sentía la añoranza de lo absolutamente distinto, de una especie de absoluto positivo. Pero viene espontánea la pregunta: ¿Se puede entender esto como una experiencia de Dios? Descartes, de hecho, sí identifica a Dios con la experiencia de lo infinito, cuando afirma: «En cierto modo tengo en mí mismo la noción de lo infinito antes que la de lo finito, es decir, antes la idea de Dios que la idea de mí mismo»12. Pero Feuerbach experi­ menta lo infinito y lo interpreta como una proyección de la esencia humana, negando expresamente a Dios. Y Horkheimer dice tam­ bién de modo explícito que la nostalgia de que habla es sólo «nos­ talgia de justicia, no el dogma de que hay un Dios que la realiza»13. Rahner diría que se trata realmente de la experiencia de Dios, aun­ que se rechace llamarla así, aunque se le den otros nombres y se busquen otras explicaciones 14. Que el creyente en esa experiencia reconozca la experiencia de Dios, parece natural. Para el no creyente, habría que pregun­ tarse: ¿Experimenta éste en ella lo que es Dios, aunque no le dé este nombre o tal vez rehúse identificar con Él dicha experiencia? Evi­ dentemente, aquí habría que precisar qué se entiende por Dios y qué experimenta el no creyente en esa experiencia. Para nosotros, la experiencia de Dios parece que debería incluir un Tú infinito, debería incluir que lo real y sobre todo la vida tienen sentido, y 11 Ibid., pp. 167-69. 12 D escartes , Meditationes de prima philosophia, III, 24. 13 Ibid., nn. 22-24; M. H o rkh eim er , Die gesellschaftliche Funktion der Philo­ sophie, Frankfurt 1976, pp. 297-298. 14 Cf. K. R ah n er , ibid., p. 166.

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