PS_NyG_1996v043n001p0221_0245

226 M.a DEL CARMEN ASTIGARRAGA tética de éstas». En la misma investigación insiste: «cuando vivimos el acto correspondiente, por decirlo así, cuando nos sumimos, por ejemplo, en la observación de un proceso fenomenológico, en el juego de la fantasía, en la lectura de la narración o en el desarrollo de una demostración matemática, no es posible hallar nada del yo como punto de referencia de los actos llevados a cabo. Esto es una pura trivialidad, puesto que el yo no es para nosotros más que la unidad de la conciencia, el respectivo haz de las vivencias o, dicho de un modo real empírico y más natural, la unidad continua, real, que se constituye intencionalmente en la unidad de la conciencia, como sujeto personal de las vivencias, como el yo que tiene en ellas sus estados psíquicos que lleva a cabo la correspondiente percep­ ción, juicio, etc. Presente una vivencia de este o esta intención, el yo tiene eo ipso esta intención»9. En Id ea s y en M ed ita cion es Cartesianas, Husserl elevará la atención hacia el y o pu ro y se hace más patente y precisa esta uni­ d a d con tin u a con el que se caracteriza al yo en Investigaciones Lógicas. Husserl insiste en dos rasgos, primero en la identidad de la conciencia que prevalece a pesar de la diversidad de vivencias del ego, y segundo, en la índole del ego como centro desde el cual se irradia la actividad de la conciencia hacia los objetos. El tema de la iden tidad aparece formulado en el § 57 de Ideas, al señalar Husserl que: «cuando menos está claro ante todo que, des­ pués de haber llevado a cabo esta reducción, en ninguna parte del río de múltiples vivencias que queda como residuo trascendental tropezamos con el yo puro como si fuese una vivencia que surja y desaparezca de nuevo con la vivencia, de la que sería un trazo. El yo parece estar aquí constantemente, incluso necesariamente, y esta constancia no es patentemente la de una vivencia estúpidamente obstinada, la de una idea fija. Por el contrario, es algo que pertene­ ce a toda vivencia que llega y transcurre; su mirada se dirige a tra­ vés d e c a d a cogito, brotando de nuevo, desapareciendo con él. Pero el yo es algo idéntico. Al menos, en principio, puede cambiar todo cogitatio, puede ir y venir. Pero frente a esto, parece ser el yo puro algo necesario en medio de todo cambio real y posible de las cien- 9 E. H usserl , Investigaciones lógicas, Alianza Universidad, Madrid 1985.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz