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238 M.a DEL CARMEN ASTIGARRAGA nivel fundamental, nace una notable disciplina trascendental, solip- sista, con verdades esenciales, con teorías que valen exclusivamente para mí como ego; por consiguiente, que pueden pretender valer, de una vez para siempre, pero sin referencia a otros sujetos reales o posibles. Por tanto, surge así la cuestión de una lógica subjetiva cuyo apriori sólo puede valer de una manera solipsista»24. Si el horizonte de mi experiencia trascendental, «lo que me es propio», forma el ámbito de lo «no extraño», correlativamente la enti­ dad del otro queda afectada por la extrañeza de ese otro; y así, sobre el terreno del ego trascendental propio y mediante al análisis de sus intencionalidades implícitas o explícitas, hay que indagar en virtud de qué síntesis o por qué motivaciones se forma en mí el sen­ tido de otro ego »25. Esta lejanía del sujeto ajeno se manifiesta en la expresión alter ego, el ego sólo es este que se encuentra a sí mismo reflexivamente como residuo de la epojé. Si el Otro aparece como término de mis vivencias, se constituye «no como yo mismo, sino como reflejándo­ se en mi propio ego, en mi mónada»26. Por ello aparece el ego como un momento de la expresión alter ego. «El Otro remite, por su senti­ do constitutivo, a sí mismo; el Otro es un reflejo (Spiegelung) de mí mismo... y, sin embargo, no es un análogo en sentido habitual del término »21. Que el Otro sea un reflejo del ego propio parece eviden­ te si se acepta el resultado de la reducción, en tanto prioridad abso­ luta del ego del sujeto reductor, ya que sólo él constituye las viven­ cias que tienen por término intencional cualquier objeto, aunque se trate de personas ajenas; así los otros pueden denominarse ego, pero sólo en la medida en que reproducen o reflejan el ego de la subjeti­ vidad propia. Para que se produzca la constitución del Otro la conciencia ha de experimentar una transformación: suspender la tesis del mundo y destruir objetos que el ego había constituido de manera primor­ dial a partir de una nueva conciencia; es decir, si el ego propio ha 24 E. H usserl , Lógica formal y trascendental, FCE, México 1962, § 102, p. 280. 25 MC, § 42, p. 150. 26 MC, § 50, p. 154. 27 Ibid.

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