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EL OTRO EN LA FENOMENOLOGÍA TRASCENDENTAL.. 235 génesis que transcurre temporalmente, sino de un análisis estático. El mundo objetivo está ahí para mí siempre ya preparado, es dato de mi ininterrumpida experiencia objetiva viva, y sigue siendo habi­ tual también después del “no estar ya teniendo experiencia de él”. Se trata de interrogar a esta experiencia misma y de revelar inten­ cionalmente el modo en cómo ella puede surgir como experiencia y puede confirmarse como evidencia en favor de un ser, efectiva­ mente existente, y que es poseedor de una esencia que no es la mía propia, pero sí susceptible de explicitación, esencia que no es la mía propia ni se inserta, como un fragmento suyo, en la mía propia —en tanto que, sin embargo, tan sólo en la mía puede alcanzar sen­ tido y verificación—»18. La teoría de la constitución del ego y del campo trascendental aparece llena de dificultades, pues se sigue sin saber qué es este ego que se presenta como omnipresente y como fuente incesante de visión originaria ante todo lo que aparece, ante toda la experien­ cia posible y ante todo acto realizable. El mundo le aparece como hecho dentro de una experiencia viviente, y su única tarea parece la de volver a rehacerlo, pero esta vez desde su soledad trascenden­ tal. Esta soledad será la del absoluto, la de la subjetividad trascen­ dental insuperable en la que el alter ego está ya dado como hecho en la experiencia mundana. Para esta subjetividad es real lo que, en ese campo mundano, propone un sentido con posibilidad efectiva. Sólo la epojé pone en presencia al absoluto mismo, a la fuerza que dota de sentido lo real. Esta es la razón por la cual el ego que medita mantiene con firmeza esta presunción. Este ego se denomina ego trascendental en función de su capacidad de pensarse a sí mismo conforme a dicha exigencia, pero teniendo en cuenta la limi­ tación de la reflexión misma en el flujo del tiempo vivido. Para el ego trascendental , desde el instante mismo en que deviene por sí mismo campo reflexivo, el presupuesto necesario de su transpa­ rencia absoluta no puede ya constituir sino un ideal, o, mejor aún, un horizonte de idealidad al que el ego meditante se refiere siem­ pre para poder subsistir fiel a sí mismo y para poder reconocerse dentro de la actualidad concreta de sus actos en el momento preci- 18 MC, § 48, p. 168.

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