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EL OTRO EN LA FENOMENOLOGÍA TRASCENDENTAL.. 231 Podemos preguntarnos si la conciencia, corriente de vivencias, tiene principio o fin. Está claro que el tiempo inmanente debe con­ tinuar sin fin en el futuro como tiempo ya cumplido; es decir, no puedo dejar de vivir y mi corriente de conciencia no se puede interrumpir. Por tanto, el ego no puede surgir ni pasar, siempre pien­ sa en la subjetividad pura monádica que la reducción fenomenoló- gica nos da con toda pureza. El ego es así eterno, es impensable que no sea. Sólo un yo que se conoce puede lograr conocer al otro yo y, en general, a toda naturaleza o mundo. Si aceptamos que todo ego debe estar continuamente vivo y que existen varios ego, ha llegado el momento de plantearse las preguntas sobre la naturaleza común. La multiplicidad sólo es cognoscible si existe de antemano un ego que ha constituido la naturaleza. Un mundo incognoscible no tiene sentido para un ego que lo constituye, aunque el conocimiento sea sólo parcial. En Meditaciones Cartesianas , Husserl efectúa una nueva reduc­ ción para delimitar, dentro del campo trascendental, la esfera que corresponde al Otro. El filósofo practica una abstracción y dirige su atención hacia el residuo que subsiste en el campo trascendental, una vez eliminados de él los actos intencionales en los cuales se encuentra implicada la presencia del Otro. Lo que se alcanza por esta reducción es el ser p rop io del ego, sus intencionalidades y sín­ tesis ligadas a su ser propio. Husserl cree así haber adquirido la capacidad que pueda determinar en la evidencia originaria, la esfera de pertenencia del ego , de lo propiamente perteneciente al ego. La distinción entre ego y alter ego debe establecerse de acuer­ do a las reglas del método fenomenológico. Esto significa que la abstracción que realiza el ego de su propia esfera de pertenencia no consiste sólo en excluir del campo trascendental todo acto, sino tam­ bién todo proyecto de objeto, pues esto implicaría una subjetividad extraña a la mía y de lo que se trata es de reconocer, dentro de una intuición específica, la presencia y el sentido del dominio pertene­ ciente a un ego. Desde el momento en que esta esfera d e p e r ten en c ia ha sido señalada bajo una intuición apropiada, el mundo que se organiza en ella y los actos que se efectúan en ella deberán constituir en todo objeto de experiencia un hecho siempre presente. En Husserl, el

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