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230 M.a DEL CARMEN ASTIGARRAGA Husserl dio cuenta de la trascendencia que se esconde en la objetividad de cada cual cuando nos señala: «Si nos queda, como residuo de la desconexión fenomenológica del mundo y de la sub­ jetividad empírica que le es inherente, un yo puro, entonces se nos presenta con él una trascendencia en la inmanencia. No es una trascendencia «constituida» en la trama de un objeto «puesto» por la conciencia que traza el horizonte de la objetividad mundana y lo llena de contenidos objetivos particulares. Es la trascendencia que alienta toda subjetividad en la inmanencia de la iniciativa y traza las líneas de cualquier objetividad, configurándola como parte de una situación mundana que se instala en el centro del mundo obje­ tivado» 14. De la misma manera, Husserl se ve obligado a hacer restriccio­ nes al alcance de la evidencia apodíctica del yo soy, que había pro­ clamado la intuición tal y como Descartes la habría concebido, pues «la adecuación y la apodicticidad no van necesariamente mano a mano... en el caso de la experiencia trascendental del yo... esta experiencia no ofrece más que un núcleo de experiencia “propia­ mente adecuado”»15. El uso del término trascendente en relación con lo inmanen­ te del ego no se refiere a inmanencia como interioridad encerrada dentro de una individualidad fuera del mundo, sino que se trata de una inmanencia volcada en su mundo e integrada por esta individualidad, en tanto que constituye todo el conjunto de obje­ tos que su actividad hace patente. El sujeto que aparece como otro siempre oculta algo ante la mirada ajena. Si yo, ego, soy un hecho absoluto, debo preguntarme hasta dónde llega mi indivi­ dualidad, la esfera de lo mío propio. Si apelamos al tiempo, mi esfera de pasado es intachable, ya que el recuerdo puede enga­ ñar aunque sólo puede mostrarse como falso, siempre en contra­ posición con otros recuerdos. De este modo, no tiene ningún sen­ tido que los recuerdos sean todos falsos o que no haya ningún pasado que sea mío. Recordemos que yo soy y no puedo dejar nunca de ser. 14 Id., I, § 57, p. 133. 15 MC, § 9, p. 64.

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