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176 M.a LUISA G. GARCÍA racionalistas. La intencionalidad propia del cuerpo no es la del pen­ samiento, es la de un medio genérico, sujeto pre-personal. La inten­ cionalidad del cuerpo propio encuentra su unidad en esa «cuna originaria» anterior a la división de los sentidos. Hay que volver a ella, si queremos captar la espacialidad y la temporalidad del cuer­ po propio y de la experiencia perceptiva. Nos damos cuenta de que la subjetividad al nivel de la percepción no es otra cosa que tempo­ ralidad. En el aquí y el ahora mi cuerpo está polarizado por sus cometidos. La percepción no nos abre sólo a la cosa, sino al mundo, natu­ ral y cultural a la vez. La cosa es reconstituida y vivida por nosotros en cuanto ligada a un mundo del que tenemos las estructuras fundamentales y del que ella no es más que una de las concreciones posibles. Merleau- Ponty habla de una «adhesión primordial al mundo, de una «com­ prehensión originaria del mundo». Pero no es al modo kantiano como concibe al mundo. La unidad de éste no es la de la idea. «Compruebo la unidad del mundo, como reconozco una idea»13. La relación del sujeto con el mundo es análoga a la de cada orden sen­ sorial con su campo. Si el campo es un cierto horizonte, diremos que «el mundo es el horizonte de los horizontes». Sin embargo, no tenemos del mundo más que una serie de perfiles unidos por una conciencia. El mundo es el fondo primero que hace posible la apa­ rición de la cosa, según diversos perfiles. La unidad del mundo garantiza a la vez la unidad de mi experiencia y la unidad de la cosa en las diversas perspectivas. Esta unidad del mundo tiene como correlativo en mí, la existencia dada, general y pre-personal de mis funciones sensoriales en las que habíamos encontrado la definición de cuerpo 14. Pero la pregunta es ésta: si el mundo no es más que el horizonte, ¿cómo puede tener experiencia de él como individuali­ dad existente en acto? No estamos frente a una contradicción: la creencia en la cosa y en el mundo significa la presunción de una síntesis acabada. Y, sin embargo, este acabamiento se convierte en imposible por la naturaleza misma de las perspectivas que hay que 13 O. c., 378. 14 O. c., 381.

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