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212 M.a LUISA G. GARCÍA búsqueda que permita la cuestión. Ésta no consistiría, como que­ ría Malebranche, en absolutizar cada uno de nuestros juicios, apoyándolos en una buena conciencia que hace que, en el orden práctico, «yo disponga de una escapatoria donde mis acciones se transfiguren: el sufrimiento del que yo soy causa en felicidad, la argucia en razón, o pueda hacer perecer piadosamente a mis adversarios»91. Malebranche se coloca en una falsa alternativa: o lo absoluto (el fundamento) está «fuera» y, entonces, no se puede percibir su existencia, o está dentro, y en este caso nos identifi­ cam os con él. Y Malebranche, ahora, aceptando el Dios-funda- mento de la solución cartesiana, lo mete en el mismo Cogito, tesis manifiestamente absurda que le conduce a un ontologismo inviable. En la relación del hombre (Cogito) con el universo (res exten­ sa) conviene distinguir dos puntos de vista: uno, que considera al hombre en el universo; otro, que considera al universo en el hombre. Se trata del idealismo y del realismo. Ambos expresan una exigencia legítima, pero ninguno de los dos aporta una solución definitiva. Y ambos se excluyen mutuamente. Malebranche admite los dos puntos de vista (idealismo-realis­ mo). Ha comprendido la imposibilidad de dar cuenta del conoci­ miento en la hipótesis realista. Por ello, concluye que las cosas mate­ riales, los cuerpos no son visibles por ellos mismos, sino por nosotros y nuestras ideas. «El objeto inmediato de nuestro espíritu, cuando percibe, por ejemplo, el sol, no es el sol, sino alguna cosa que está íntimamente unida a nuestra alma y que se llama idea»92. De este modo, para Malebranche se dan dos mundos: uno, donde está nuestro cuerpo, como una parte entre otras (mundo material), y otro, que está presente en nuestro pensamiento, en el que todas las partes están religadas en la unidad de la conciencia. Y estos dos mundos se ponen como distintos. Este esfuerzo de Malebranche por retener las afirmaciones del realismo y las exigencias del idealismo no ha sido apreciado como merece. 91 ibid. 92 M alebranche , De la Réchérche de la Vérité, III, 2.a p., I, 1.

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