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210 M.a LUISA G. GARCÍA De todo esto se deduce que la filosofia, para ser fiel a sí misma, ha de renunciar a las facilidades de un mundo con una sola entrada o de un mundo con varias entradas todas ellas accesibles al filóso fo. «Como el hombre natural, la filosofía se mantiene en el punto en que se actúa el paso del yo al mundo y a los demás, en la encruci jada de avenidas»89. B) ¿M o n ism o o m u ltiplic id a d e x pl ic a t iv a ? Se dice con frecuencia que la filosofía occidental comienza por un acto admirativo (0av[mo£iv) ante la percepción de la natura leza en su nacer y perecer, en continua metamorfosis de los mismos constitutivos. A partir de esta «percepción», los filósofos intentaron buscar su causa explicativa siguiendo dos líneas de interpretación: la de la identidad (Parménides) y la de la diversidad (Heráclito). Sobre estas dos líneas de interpretación, se ha ido construyendo un andamiaje conceptual que quería ser correlato de la primigenia «percepción del hombre y de la naturaleza». Un andamiaje concep tual, cuyas versiones racionalismo-empirismo, idealismo-realismo, ha ido impregnando todo el desarrollo de la historia de la filosofía. De lo invisible se pasó, así, a situar nuestra percepción en lo visible y a obligar a los pensadores a situarse en el ámbito del fenómeno percibido, transladando a él el problema de la unidad o de la multi plicidad. Los conceptos, pues, quieren ser correlato de la evidencia del mundo y de su experiencia primigenia que, además, pretenden expresar. Pero no pueden, con todo, renunciar a ser lo que son: sig nos. Es decir, ser en lugar de otro. Las ideas no son las cosas, pero sí son el lugar donde el hombre las percibe. A partir de esta consi deración, la elucidación filosófica sobre la experiencia pre-objetiva pasó a convertirse en elucidación sobre la percepción. El orden epis temológico se transformó en orden ontologico. Y, entonces, la tarea de la filosofía fue descubrir el absoluto sobre lo que estaba fun damentado el conocimiento, identificándolo erróneamente con el 89 O. c., 199.
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