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ONTOLOGÌA y «SER SALVAJE» EN M. MERLEAU-PONTY 209 que apoyarse por detrás en algo, donde ambas dualidades sean superadas por la unidad y la identidad de un Absoluto, más allá del cual carece de sentido hacer la pregunta sobre el ser. Al ser-en-el-mundo o, lo que es exactamente lo mismo, al per­ cibir, lo estamos captando —no en los conceptos refinados elabora­ dos por la abstracción— «un mundo verdadero y exacto». De tal modo que, de la forma más espontánea posible, llegamos a tener «una experiencia del mundo, un contacto con el mundo que prece­ de todo razonamiento sobre el mundo»86. A) «M undo invisible » y « mundo visible » Hay, por tanto, para Merleau-Ponty, un mundo que vemos y palpamos, una experiencia continua y cotidiana que palpita en nues­ tra relación con ese mundo, y que es, por ser anterior a cualquier objetivación suya, un mundo invisible. Y, a la par, existe también otro mundo, mucho más artificial, que es el resultado de la razón lógico-formal que vivisecciona el mundo invisible y su experiencia en una pretensión de apresarlo en conceptos mentales. Es el mundo configurado como «conjunto de cosas», perfectamente delimitadas en cuanto objetos de la mente, y que la cultura nos ha enseñado a dis­ tinguir. Éste es el mundo visible. Lo invisible de este mundo es «lo que lo habita, lo sostiene y lo hace visible: su posibilidad interior y propia, el ser que este mundo es»87. Entonces, si lo invisible es el sentido en el que siempre se nos abre el mundo y en el que de hecho nos movemos de forma irreflexiva en nuestra existencia coti­ diana, si lo invisible es ese fondo inmenso y carnal, profundidad ina­ gotable, lo visible es precisamente la superficie de tal profundidad. Por tanto, «lo que nos parece ver» en la reflexión y a través de los conceptos será en todo momento algo derivado de la experiencia pre-crítica e irreflexiva. Un derivado que debe de nuevo remitir a lo invisible: «la vida se hace idea y las ideas deben regresar a la vida»88. 86 P. P., 74, y 5. N. S., 59. 87 V. 187. La cursiva es nuestra. 88 O. c., 196.

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