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ONTOLOGÌA Y «SER SALVAJE- EN M. MERLEAU-PONTY 205 1. EXPRESIÓN NATURAL Y EXPRESIÓN SIMBÓLICA Es, sin duda, en sus reflexiones sobre la pintura, donde Mer- leau-Ponty ha elaborado su mejor pensamiento en lo que concierne a la relación entre expresión natural y expresión simbólica y el sig­ nificado ontològico de dicha relación. Como referencia podemos tomar los dos ensayos que marcan el principio y el fin de su vida filosófica, Le doute de Cézanne y L’Oeil et l ’Esprit. En el primero, Merleau-Ponty afirma que el pintor trata de desvelar y expresar nuestra relación perceptiva con el mundo, la relación circular o dialéctica entre sujeto que percibe y mundo percibido, tal como se define en la Phénoménologie de la Percep­ tion. Lo específico del pintor es que toma esta relación como tema, la desvela y la re-expresa por medio de un simbolismo. Así, el sentido del acto de pintar (sentido de la expresión simbólica) es exactamente el sentido de la percepción (la estructura sujeto percipiente-mundo percibido) que, para la pintura, se vuelve manifiesta. La gran diferencia entre este ensayo y L’Oeil et VEsprit reside en la manera en que Merleau-Ponty concibe el logos perceptivo mismo. El sujeto que percibe y el mundo percibido no tienen sólo una relación de circularidad, porque los dos son la «diferenciación» de una sola carne de un solo Ser. El logos de la percepción es el logos del Ser. Es decir, vidente-visible, que el ser asume en tanto dehiscencia. El acto de expresión simbólica posee un significado más profundo, porque, si lo propio de la expresión simbólica es manifestar el logos perceptivo y liberar «las voces del silencio» y si este logos o esta palabra silenciosa es el logos del ser, el ser que se hace presente articulándose, entonces hay que decir que la expre­ sión simbólica no hace más que continuar un intento de articulación que es el de todo ser. La visión del pintor, señala Merleau-Ponty, es un nacimiento continuo. La visión en el pintor, como el pensamien­ to en el pensador expresan la génesis de los visible, el estallido del Ser. Por ello se afirma que el lenguaje es «la casa del Ser»80. No se trata de que el hombre sea una simple ocasión para que el Ser se mani- 80 V. /., 247. Ver también de esta obra, 27; y O. E., 32.

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