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194 M.a LUISA G. GARCÍA Hemos de considerar nuestro pensamiento en sí mismo a través de lo que condiciona y, más allá de esto, adivinar su orden de ser. En definitiva, reconocer las dependencias de nuestro pensa­ miento intelectual sin encerrarnos en aquello que lo condiciona. La postura de Merleau-Ponty trata de evitar dos extremos: el del ontologismo, intuición inmediata del Ser, y el de Kant, reflexión crítica sobre los elementos a priori del conocimiento. Nuestro pen­ sador reconoce una tendencia en el conocimiento humano a la cap­ tación del Ser, pero sin alcanzarlo más que muy lentamente a través de la percepción. Una captación de tal naturaleza no es el pensa­ miento del Ser, pero no está, sin embargo, separada del Ser. Es una determinación. Aunque evidentemente no es todavía más que un elemento tan imperfecto como necesario del pensamiento del Ser, se trata genéticamente del elemento primero y condicionante de toda nuestra vida intelectual. Nuestro conocimiento del Ser, así, va a implicar necesariamente las condiciones propias de nuestro conocimiento intelectual, abs­ tracción y concepto. Pero, para Merleau-Ponty, ni la abstracción ni el concepto nos permitirán captar aquello que de único hay en el pensamiento del Ser. En consecuencia, no se trata de un conoci­ miento sobrenatural, sino de un conocimiento natural en el sentido más radical de la palabra. Ahora podemos entender por qué Mer­ leau-Ponty se acerca a un pensamiento del Ser preconceptual, en cuanto éste no puede reducirse a conocimiento abstracto propia­ mente dicho. Esto no quiere decir que su pensamiento en torno al Ser se olvide del «concepto». Al contrario, implica tal condiciona­ miento, pero superándolo. El pensamiento pontyano del Ser es radi­ calmente conceptual —desde su particular perspectiva— pero no se detiene en el concepto. A ) E l ser « salv a je », prim era c a p t a c ió n d el S er El pensamiento pontyano del Ser no es reducible a la idea que nosotros podamos tener del Ser, ya que esto nos impediría captar el Ser en sí mismo, tal como él es. El «Ser salvaje» que nuestro autor nos presenta, según ya hemos indicado, posee una profundidad única propia más allá de

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