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180 M.a LUISA G. GARCÍA Podemos, pues, concluir cómo en el trabajo silencioso del deseo empieza la paradoja de la expresión, y cómo esta paradoja presupone e integra a todas las otras22. 2. SIMBOLISMO Y EXPRESIÓN Vivir de manera humana es expresarse. «Cualquier percep­ ción..., cualquier uso humano del cuerpo es ya expresión primor­ dial» 23. La expresión es, para Merleau-Ponty, un movimiento por medio del cual retomamos nuestra existencia corporal y la emplea­ mos para simbolizar en lugar de sólo coexistir. La simbolización se aplica tanto al nivel de la expresión natural como al de la expresión lingüística. En su último curso en Collège de France , distinguió cla­ ramente entre simbolismo tácito y simbolismo artificial o convencio­ nal 24. Pero, ¿qué es lo propio de cada uno?, y, ¿cómo se articula? Mi percepción espontánea no es la suma de datos tácito-auditi- vos y visuales. Cada registro sensorial simboliza a los otros. Esta expresión mutua puede reconocerse tanto desde el lado del sujeto percipiente como del lado de la cosa percibida. Según Merleau-Ponty, la percepción no es sólo expresión, sino que además percepción y experiencia del cuerpo tienen una rela­ ción de mutua implicación. El cuerpo, como origen de cualquier expresividad, es él mismo movimiento de expresión. Merleau-Ponty lo define en cuanto «poder de expresión natural» y «actualidad del fenómeno de expresión»25. ¿Qué entendemos por expresión natural? En principio, cada registro sensorial expresa los otros y se expresa en ello, incluso hay una relación que adquiere sentido entre la mímica general, los ges­ tos, el ritmo y el tono con los que un hombre habla 26. Esta relación de recíproca expresión presenta al cuerpo humano como una unidad 22 o. c., 189. 23 S. S., 84. 24 R. C., 180. 25 O. c., 14, y P. P., 152, nn. 1, 171, 211, 271. 26 5. N. 5., 87-90, y P. P., 67.

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