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LAS MISIONES CAPUCHINAS EN VENEZUELA 145 nimiento» del edificio del Centro Misional. Es fácil construir una escuela, un camino, una iglesia. El problema es sostener todo eso, reponer lo que se deteriora. Es lo tedioso, rutinario, pegajoso de la vida misionera. Lo que es necesario hacer aunque no provoque avances, logros y éxitos. Es la rutina de hacer las mismas cosas una y otra vez. El mantenimiento, la supervisión... Esto es más exi­ gente y absorbente cuanto mayor sea el tamaño y el servicio que presta el Centro. Piénsese en las unidades de producción de gana­ do, aves o porcinos... Es algo así como si hubiera que mantener el piso del edificio a base de puñados de tierra. Si no se hace se hunde y todo desaparece, pero hacerlo no aporta nada nuevo, sólo mantiene. ¡Cuántas veces el misionero siente desánimo ante este tipo de actividades, sobre todo cuando son abundantes y saturan! 2 . 5 . D e fe n sa d e lo s in ter eses d el in d íg en a Esta tarea ha implicado atender varios frentes: es preciso defen­ der esos derechos frente al gobierno, frente a los criollos y frente a los mismos indígenas. Los dos primeros miembros del aserto resul­ tan fáciles de entender, pero que los misioneros tengan que defen­ der los derechos del indígena amenazados por los mismos indígenas es más misterioso. Hay que tener en cuenta que, por una parte, el indígena carece de conocimiento de los procesos y recursos del hombre blanco, así como de sus argucias a la hora de quitar recur­ sos a su prójimo; por otra parte, están los mil y un disfraces que el hombre blanco emplea para crear confusión en el indígena y así manejarlo a su antojo. Uno de los episodios más frecuentes empie­ za por un discurso donde se incita al indígena a decidir de espaldas al misionero, ocultándole incluso el procedimiento. Casi siempre, el indígena, que al fin y al cabo es inteligente y tiene una poderosa intuición, descubre las verdaderas intenciones; entonces recurre al misionero, buscando apoyo. No se trata de que el misionero tenga que ser el padre del eterno niño, pero, en determinados momentos, ciertas transacciones han resultado muy peligrosas. Por ejemplo, cuando está en juego no sólo el presente sino el futuro, el caso de la negociación de la tierra. De todos modos, esta defensa de los derechos del indígena es quizá el campo más complejo y los misio­ neros han hecho lo que han podido, que en algunos casos ha sido

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