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LAS MISIONES CAPUCHINAS EN VENEZUELA 143 propio, siempre ha visto en la persona y en las cosas del indígena un recurso fácil. Esto vale para el criollo de a pie o para el criollo con poder (militar, funcionario del gobierno, científico...). El hecho de ser testigo de los hechos y no tener compromisos políticos, eco­ nómicos o sociales, es un estorbo formidable que bloquea negocios fáciles, atropellos, injusticias. En este sentido, los capuchinos han escrito gestas verdaderamente épicas, como el affaire «Carlos Eduar­ do» de la Sierra de Perijá 10. Sobre todo, referente a la defensa de los derechos sobre la tierra que habitan los indígenas desde tiempo inmemorial, los capuchinos han prestado un servicio histórico. 2 .2 . P r esen c ia q u e po sib ilit a la lleg a d a d e r ec u r so s Los capuchinos se convirtieron en la punta de lanza que abrió la brecha para que por allí llegaran los recursos de la civilización. Por diversas razones el entorno del indígena resultaba demasiado difícil para el no indígena. Faltaban muchas cosas imprescindibles que posibilitaran la permanencia, incluso la presencia del mismo. Esto significa que la tecnología y el progreso que viaja encima del no indígena nunca llegaría al indígena. El misionero, al crear las condiciones mínimas, hizo que llegara lo demás. En primer lugar, las misioneras, los médicos, los ingenieros, los maestros, los inves­ tigadores. De hecho los Centros Misionales se convirtieron en un verdadero polo de desarrollo. Piénsese, por ejemplo, en tres cosas: salud, instrucción y servicios (agua potable, electricidad, carreteras, viviendas, investigación, etc.). Se puede parodiar el axioma «No fue sólo lo que hicieron, sino lo que posibilitaron hacer»11. 2 .3 . P r o m o c ió n h um a n a La promoción humana por sí misma implica recursos eminen­ temente técnicos. Los capuchinos llevaron la promoción humana 10 Venezuela Misionera, n. 274, enero de 1962, p. 23; n. 275, febrero de 1962, p. 35; n. 276, marzo de 1962, p. 67; n. 277, abril de 1962, p. 104. 11 P. Pacífico de P o b la d u ra , o . c ., pp. 72 y 101; P. Félix María de V egam ián , o. c., pp. 267 y ss.

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