PS_NyG_1996v043n001p0137_0170

156 ADRIÁN SETIÉN a conseguir la adecuación del ser del misionero con las exigencias de esta misión. • El misionero se adentra en la selva sin condiciones previas. Está acostumbrado a trabajar con medios pobres y escasos. Sabe hacer rendir lo que tiene en las manos. Trabaja con lo que hay. Cuando hacen el contrato con el gobierno, contrato que éste cum­ plió siempre a medias, la porción destinada al sostenimiento de los misioneros fue traspasada al rubro de costos de funcionamiento. De hecho, aunque originariamente estaba destinada a los religiosos, siempre la administró el Vicario Apostólico para las necesidades de los distintos Centros. • El misionero nunca se preocupó demasiado por contabilizar los recursos que su trabajo producían. Tenía conciencia de trabajar por la Iglesia y para la Iglesia. Así, por ejemplo, en 1982, los capu­ chinos no tenían ningún bien inmueble o terreno propiedad de la Orden, en ninguna de las tres misiones, aun cuando, gracias a su gestión, se habían levantado cientos de metros cuadrados de edifi­ cios que importaban millones y millones de bolívares: todo era de la Iglesia. Cuando los capuchinos marchen, nada suyo quedará atrás, porque nada era suyo. Así pasó en Casigua, Guarero, Paraguaipoa, Sinamaica... • El capuchino ha trabajado sin sueldo, por eso ha trabajado a destajo porque el Señor que lo contrató para su viña paga cumpli­ damente al final de la jornada. Por eso mismo tampoco le han saca­ do el cuerpo al trabajo que hay que hacer, sea de lo que sea. Los veteranos misioneros sentían como un componente de su actividad misionera el trabajo manual. 4.6. Todo cristiano tiene necesidad y obligación de fomentar la relación con Dios en la oración. Al capuchino se le enseña que la forma de oración privilegiada por san Francisco es la oración con­ templativa. Por eso está acostumbrado a contemplar, es decir a abrir­ se a la realidad y dejar que ella le llene, le sature, le informe... El indígena normalmente vive inmerso en la naturaleza, en perfecta simbiosis con ella. Con todos sus sentidos abiertos a ella por exi­ gencias de la misma supervivencia (adelantarse a los peligros) y por entretenimiento. El misionero contemplativo es capaz de sincronizar con el indígena en esa admiración por la vida pluriforme e irrepeti-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz