PS_NyG_1996v043n001p0137_0170

LAS MISIONES CAPUCHINAS EN VENEZUELA 155 lo pequeño. No cabe duda que nos encontramos ante un gran mis­ terio: desde las ideologías de turno ha sido posible sintonizar con el indígena. Los capuchinos iniciaron la actividad misionera en Vene­ zuela en las primeras décadas de este siglo. Si hubieran esperado unos años más, tal vez hubieran tenido otra ideología. La eclesiolo- gía reinante en los años veinte propiciaba un régimen de cristian­ dad y, como arabescos de ese proyecto, la necesidad de instaurar la cultura occidental. La distancia inmensa entre el indígena y ese pro­ yecto no fue motivo de desprecio o minusvaloración, sino más bien de generosa condescendencia que demandaba mucho tiempo para el cambio. «¡Hay que esperar!», era la consigna. Los valores evangéli­ cos atemperaron los nefastos efectos de las ideologías reinantes. 4 . 4 . El apostolado como servicio ha hecho que el misionero capuchino se contente con lo posible y real sin desesperarse ante las dificultades para imponer sus proyectos pastorales. Normalmen­ te, los agentes de pastoral están absolutamente convencidos que el paradigma de comunidad cristiana, o de fiel cristiano, que anida en su cabeza es algo así como una necesidad de medio para su auto- realización como pastor. Los indígenas tienen otra cultura y, natural­ mente, las dificultades para imponerles modelos pastorales extraños resulta muy difícil. Esto crea desaliento y amargura. Tal vez, una pequeña anécdota ayude a la comprensión de esto. En un Centro Misional un misionero capuchino, bastante entrado en años, se sentía feliz al ver la iglesia rebosando de cristianos. Poco después ese Centro fue entregado por el Vicario Apostólico a otro Ins­ tituto Misionero. El novel misionero sucesor, viendo el mismo espec­ táculo que el veterano misionero capuchino, la iglesia llena de gente, en vez de sentirse feliz, comentaba: «Sí, la iglesia está llena de gente, pero vacía de corazones». Los contenidos, actitudes y organizaciones que él proponía chocaban con la idiosincrasia de esos indígenas y le llevaban a sospechar que eran meramente formalistas, pues no reaccio­ naban adecuadamente a sus proposiciones. Esto de entender el minis­ terio pastoral como un servicio en vez de entenderlo como la implan­ tación de un proyecto personal ha sido una vacuna contra el desaliento. 4 . 5 . La pobreza evangélica, una y mil veces hecha referencia a lo largo de la vida del capuchino, ha sido otra instancia que ayudó

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz