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154 ADRIÁN SETIÉN la posibilitadora de su supervivencia. Al comienzo se pretendió minimizar el protagonismo que los capuchinos tuvieron en esa paci­ ficación; como eso no pudo ser, ahora se trata de desacreditar la gesta misma. Para aducir algún caso fuera de la Iglesia, podríamos hablar de la obra de Robert Julien, La p a z blanca 23, a quien el misionero capuchino abrió las puertas de su casa, le dio sustento, protección y asistencia sanitaria y, de lo que vio, gracias a la desprejuiciada e ingenua sencillez del misionero, acopió información que, tergiver­ sada, se convirtió en un libro hipercrítico y explosivo, que publicó en Francia y fue traducido en Argentina, países tan remotos que hacían imposible verificar los datos. ¡Ahí quedó eso! En América Latina, apenas hace unos años, denominarse «misio­ nero« era autodescalificarse ante los sectores progresistas. Si en Venezuela los capuchinos resistieron a pie firme, pese a las presio­ nes, fue por tener metida hasta en las entrañas su condición de MENORES. Otro aspecto, tal vez el más doloroso, es la función de «pera loca» (pounding ball) que, con alguna frecuencia, los misioneros tienen que asumir frente a los indígenas debido a la misma dinámi­ ca de éstos: los indígenas, en muchas ocasiones, se entrenan en sus escarceos reivindicativos golpeando al misionero. Por decirlo de otra manera: el misionero se convierte en involuntario «sparring»> que pre­ para al indígena para defenderse eficazmente del blanco. Otra veces se trata de una verdadera terapia que les ayuda a recuperar su auto­ estima. A pesar de lo amargo que es esto, constituye un servicio más del misionero y una prueba de que el indígena lo capta, en contraposición, con el resto de los blancos, como incapaz de sentir­ se agraviado, inofensivo, en definitiva. 4 . 3 . La conciencia de ser hermanos ha minado el pedestal donde todo blanco se encarama al ver a un indígena. El etnocen- trismo del blanco se diluye en la tradición franciscana de amar lo pequeño, lo sencillo. Así, cuando los instintos de dominación le salen al capuchino, éstos se atemperan por esa conmiseración hacia 23 Buenos Aires 1973 .

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