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94 P. CALASANZ pueblo. Estaba haciendo la carrera de teología en la Universidad. Y en una de esas tertulias desenfadadas le preguntaba un amigo de la infancia: «—Y eso de la teología, ¿qué es? —Pues mira, respondió el estudiante, la teología trata de Dios, de sus perfecciones, de sus atributos. Con la teología puedes demostrar que Dios existe... El amigo de infancia le interrumpe con ironía: —Y para probar que Dios existe, ¿hace falta ir a la Univer­ sidad?». El pueblo creyente no se preocupa por «demostrar» la existen­ cia de Dios. Admite que Dios existe con espontaneidad. Lo lleva metido en las entrañas. Cree en Él, espera en Él y lo ama de todo corazón. Cumple de un modo habitual con sus deberes religiosos, reza con innegable fervor, participa en los cantos litúrgicos, cono­ ce los Evangelios y ama apasionadamente —con una fe y una con­ fianza ilimitadas— a Cristo. En las situaciones de apuro, siente una fuerza interior que le lleva a refugiarse en Dios. Dostoyevski hace desfilar por su obra tipos de la más diversa extracción social que coinciden fundamentalmente en su fe inmensa en Dios. El pueblo tiene conciencia de que Dios le escucha y que recibe con los brazos abiertos a sus hijos los hombres y, de un modo especial, a los más necesitados, física y espiritualmente; es decir, a los pobres y a los pecadores. En Los H erm a n o s K a r am a z o v y, de cuando en cuando en casi todas sus obras, se transparenta una mentalidad cristiana de profundísimo arraigo que inspira el comportamiento de la gente del pueblo. Las pláticas del P. Zósima descubren un mundo inte­ rior cristiano que supone en su base una mentalidad popular recia y evangélica. Una formación suficiente para inspirar en el Evan­ gelio todos sus actos y para la práctica religiosa de las más sóli­ das virtudes. Dostoyevski se fía más de la religiosidad popular que de los ensayos de erudición, investigación y crítica de los «intelectuales», en cuyas filas militó él personalmente.

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