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UNIVERSO, DIOS, CRISTO EN DOSTOYEVSKI 131 terio de salvación, tarea que emprenderá con profundidad y fide­ lidad en su D iario54. Los textos de E l Id iota , que hemos anteriormente glosado, tienen su complemento en Demonios, con un vislumbre genial sobre el papel que desempeña Cristo en la tierra. La fuerza del argumento es tremenda, dado que quien la esgrime es el excéntrico Kirillov, frío, escéptico y, en el fondo, un poco ateo. Después de negar agre­ sivamente a Dios, dice estas palabras desconcertantes: «—No hay nada secreto que no se vuelva patente. Así lo ha dicho Él. Y con febril entusiasmo señaló a la imagen del Salvador, ante la que ardía una lamparilla. Piotr Stepánovich acabó de ponerse furioso. —De modo que sigue usted creyendo en Él y le enciende luces. Será por si acaso, ¿no? El otro guardó silencio. —¿Sabe usted que, a mi juicio, es usted más creyente que un pop? —¿En quién? ¿En Él?... —... Oiga usted aquel hombre estaba por encima de toda la Tierra, constituía todo lo que merece la pena de vivir por ello. Todo el planeta, con todo lo que contiene, sin ese hombre..., una locura. Ni hubo, ni antes ni después, ninguno que se le parecie­ se, y nunca lo habrá, siendo hasta un milagro»55. Milagro efímero, por cierto, si la naturaleza se contradice a sí misma aplastando a Cristo con un destino trágico. Lógicamente, si Cristo no ha resucitado —si no hay resurrección ni Paraíso— todo es mentira y «vodevil diabólico» y la vida no merece la pena. Un hombre aplastado por la naturaleza no puede ser Dios. Y para Dostoyevski toda la cuestión en torno al Cristianismo se resuelve en esta pregunta escueta: «¿Cristo es Dios, sí o no?». Negar a Cristo su divinidad es negar el alma rusa. En su Diario fustiga al 54 ‘Diario de un escritor’, art. en El Ciudadano, V, VII. 55 Ibid., Demonios , p. iii, cap. VI.

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