PS_NyG_1996v043n001p0087_0135

UNIVERSO, DIOS, CRISTO EN DOSTOYEVSKI 129 La contemplación del paisaje tibio de estío lleva a los dos ami­ gos a la misma conclusión: «Todo quedo, ora bellamente a Dios». «Todo» —el cielo, el río, el mar, los animales, el hombre— . Hasta el caballo apaleado. Fuera del hombre, la creación es pura e impecable. En el caballo apaleado no hay pecado. En los animales está Cristo «más que con nosotros». El campesino replica extrañado: «—Pero — inquirió el joven— ¿también está con ellos Cristo? —¿Cómo podría ser de otro modo —le digo— , si para todos vino el Verbo, para todas las criaturas y todos los seres; toda hoji- ta tiende al Verbo, la gloria de Dios canta, por Cristo llora sin conocerlo, el misterio de su vida sin pecado consuma?»51. A la luz de la Cristología estas expresiones tienen una inten­ sidad extraordinaria. La naturaleza entronca su ser en el Verbo. Hay una tendencia natural de todas las criaturas hacia el Verbo que vino para todos los seres impecables, como la hojita del árbol que riza la brisa en la noche estival y el caballo que trabaja cabizbajo y pensa­ tivo. La naturaleza, limpia de pecado, «llora a Cristo sin saberlo». Cristo se convierte así en la plenitud, en la razón de ser, en la finalidad suprema de toda la creación. Todo ha sido hecho por Él: «omnia per Ipsum». ¿Se ha hecho igualmente —todo «para Él»? Nos encontramos en una línea cristocéntrica gozosamente com­ partida. ¿Se trata de que, en la evolución del mundo, la naturaleza va a dar como fruto un Ser extraordinario que será su cima y su gloria? ¿La evolución interna cósmica está en función de ese Ser incomparable? Es lo que parece afirmar Dostoyevski en varios pasajes de gran densidad expresiva. Parece que la finalidad de la Encarna­ ción —para usar los términos clásicos— es la glorificación de Cris­ to, sin cuya venida la naturaleza creada carece de sentido: «... un Ser, que Él solo valía por toda la Naturaleza y todas sus leyes, por toda la Tierra, la cual es posible que únicamente fuera creada para la sola aparición de ese Ser»52. 51 Ibid. 52 El Idiota, p. m, cap. VI; Demonios, p. m, cap. VI.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz