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UNIVERSO, DIOS, CRISTO EN DOSTOYEVSKI 125 Si el Evangelio se predica con ilusión y con lágrimas — sintién­ dolo dentro como una herida en la propia carne— el pueblo lo entiende perfectamente. Es el consejo que da el P. Zósima en cuyo recuerdo transfigurado se guarda fervientemente el Santo Libro, ilu­ minado con viñetas lindísimas: «Ábreles este libro y ponte a leer sin palabras altisonantes y sin postín, sin darte importancia con ellos, sino tierna y dul­ cemente, alegrándote de estarles leyendo y de que ellos te oigan y comprendan, gustando tú mismo de lo que lees y haciendo únicamente de cuando en cuando una pausa para explicarles algún vocablo incomprensible para los campesinos; no te apu­ res, que lo entenderán todo, todo lo entiende el corazón orto­ doxo» 42. La misión del clero es precisamente presentar el mensaje del Evangelio con naturalidad y viveza, poniéndose al nivel del pueblo. Quizá pasó también Dostoyevski, en su época de intelectual europeista, por el sarampión del anticlericalismo, como se des­ prende de algunas anécdotas «picantes». Por otras razones, mezcla brava de política y religión que forman su sorprendente «mesianis- mo>> ortodoxo, no pudo vencer jamás su prevención contra el Cato­ licismo romano. Pero luego echa en cara a los «intelectuales» su animadversión y su agresividad incluso contra el clero, del que hace este emocionado panegírico: «Nuestro clero, según dicen, empieza también a despertar. Hace mucho tiempo que, según las referencias, empezó nuestro clero a dar señales de vida. Con emoción leemos la vida edifican­ te que llevan nuestros prelados, y sus predicaciones sobre el buen vivir. Nuestros pastores, según las noticias, se ocupan de escribir sermones y se aperciben a publicarlos...». «Hay entre nosotros pastores buenos en gran número; puede ser que más de lo que pudiéramos esperar o de lo que pudiéra­ mos merecer...»43. 42 Ibid. 43 Ibid. Artículos en El Ciudadano , VII (y V).

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