PS_NyG_1996v043n001p0087_0135

124 P. CALASANZ salvación del Evangelio es la primera fuente de la sabiduría cristiana del pueblo. La gente sencilla ama a Cristo con toda el alma, y el Evange­ lio ha sido norma para su vida desde las entrañas maternas. El pue­ blo no entiende de metafísica y, desde luego, no resistiría un exa­ men serio sobre Religión. Pero capta perfectamente el contenido de las verdades salvíficas y descubre a través de la persona de Cris­ to —seguida y amada con apasionamiento religioso— los miste­ rios de la bondad, del amor y del perdón de Cristo Crucificado. El pueblo se siente fuertemente vinculado al destino de Cristo. En definitiva, el Evangelio da al pueblo razones para creer, razones para rezar y razones para vivir honestamente. LEYENDO EL EVANGELIO Los testimonios de amor al Evangelio son impresionantes por su variedad, por su valor expresivo y por su belleza. El monje Zósima afirma que desde su tierna infancia — ¡a los dos años!— comprendía las palabras del Señor que leían los sacerdotes en la misa y que se sentía transportado e iluminado en las ceremonias sagradas. El vene­ rable y simpático anciano está convencido de que el mensaje de la Biblia, cuando se dice con entusiasmo y, sobre todo, cuando se vive con fidelidad tiene un poder divino para transformar a los hombres. La Biblia es una continua enseñanza que el hombre del pueblo recibe con corazón puro. En los sagrados libros aprende el hombre a escuchar a Dios y a vivir «según Dios» en las circunstancias más diversas de su vida. El monje Zósima no puede contener las lágri­ mas hablando del Evangelio y se disculpa ante sus discípulos: «Padres y maestros, perdonad y no os enojéis porque yo, tan pequeño, os hable de lo que hace tanto tiempo sabéis y a mí mismo me habéis enseñado de un modo cien veces más artístico y bello. De puro entusiasmo nada más digo estas cosas, y perdo­ nadme mis lágrimas, porque amo ese libro *41. 41 Los hermanos Karamazov, p. n, lib. VI, cap. II.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz