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120 P. CALASANZ CRISTO Y EL PUEBLO Cuando Dostoyevski habla del pueblo, lo hace siempre con el íntimo orgullo de conocerlo a fondo. Nada de extraño, ya que ha compartido su vida con las pobres gentes y sabe cómo viven, cómo piensan, cómo actúan, cómo trabajan, cómo rezan, cómo pecan y cómo mueren. Es un testimonio con aires frescos de inmediatez y de solida­ ridad: «... he convivido durante años con él, he comido a su misma mesa y he dormido a su lado y hasta “fui contado entre los criminales”, he trabajado con él con las manos callosas, mientras los otros, que “han manchado en sangre” sus manos, los liberales, jugaban y se burlaban del pueblo...»38. ¿Qué piensa Dostoyevski de este pueblo ruso y de su actitud respecto a Cristo? Los liberales «denuncian» que el pueblo ruso care­ ce de ilustración y deducen que su religiosidad no se apoya en bases sólidas de tipo cognoscitivo. Es lógico que la piedad encarna­ da en un pueblo ignorante, oscuro, torpe y «abyecto» no pueda resis­ tir un serio examen crítico desde el campo de las ciencias y de la ilustración. Siendo esto así, ¿qué se puede esperar de la religiosidad del pueblo? Dostoyevski rebate estas acusaciones con una dialéctica vibrante y apasionada. El mismo término «ilustración» es tan ambi­ guo que se presta al confusionismo. Si se entiende por ilustración la ciencia de Occidente, la técnica, las manufacturas..., es razona­ ble admitir que el pueblo ruso no es ilustrado. El pueblo no tiene por qué saber de ciencias, ni de sociología ni de política. Es que, además, no le interesa. En cambio, el pueblo ruso posee la ilustración del espíritu. Conoce a fondo la doctrina de Cristo y ha formado su conciencia a la luz del Evangelio. Dostoyevski es tajante: el pueblo ruso 38 Ibid.

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