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UNIVERSO, DIOS, CRISTO EN DOSTOYEVSKI 115 Newman, gran experto en el tema, acuñó una frase de graves resonancias espirituales: fe es «la capacidad de soportar dudas». El puro Alíoscha pasó por las noches oscuras de la vacilación y de la duda. Tuvo que sufrir en su carne las bofetadas de Satán, que le instigaba a la rebeldía contra Dios. Le dolía el alma ante el misterio del sufrimiento de los inocentes. Protestaba con coraje ante la injus ticia de su santo maestro, expuesto a la corrupción del sepulcro. Sólo su gran esperanza y la aceptación de los designios de Dios serenaba sus pasiones y las turbulencias del espíritu agitado. No es ésta la única situación crítica de Alíoscha. Con frecuen cia siente correr por sus venas impetuosamente, con relinchos de caballo desbocado, la sangre «karamazovesca» de su padre, el violento y epicúreo viejo, y de sus hermanos, pasionales, escépticos y violentos. Es una fuerza «terrenal, violenta, asoladora...» que con tradice la ley de la verdad y del amor, valores que ha convertido Alíoscha en el centro vital más álgido de su vida. Los Karamazov son una raza rebelde que no admite la norma. El joven Karamazov deja escapnr ina expresión muy poco con forme con su forma habitual de ser. 1) kv a la joven Liza: *— ... sólo sé que también soy Karamazov. ¿Yo fraile? ¿Fraile yo, Liza? ¿Cómo pudo decir usted, hace un momento que yo era fraile? —Sí, lo dije. —Cuando es posible que no crea en Dios. —¿Que no cree usted en Dios? —dijo Liza suave e intencio nadamente» 32. Éste es el Alíoscha de carne y hueso, un hombre de cuerpo entero. Con sus horas de Dios que vive como un santo. Con su simpa tía que arrastra, con su alegría contagiosa, con su pureza angelical. Y, al mismo tiempo, el joven vacilante, expuesto a las tenden cias instintivas como un hombre más de la calle. Por eso es tan ejemplar y entrañable su figura humana. 32 Ibid.
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