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112 P. CALASANZ Luego veremos la puesta en marcha de la ironía cruel de los mayores. El raquítico Raquitín goza canallescamente provocando la rebelión de Alíoscha contra Dios y su mundo. Y es que, como apunta agudamente Dostoyevski, los viles y resentidos disfrutan cuando los hombres egregios descienden a su nivel de atonía y mediocridad. La crisis espiritual de Alíoscha es una etapa pasajera que no va a dejar ningún poso funesto en su alma, pero es una ocasión excelente para poder confrontar la pequeñez de los des­ pechados. Alíoscha se hace querer por todos. Es puro, bondadoso y fuer­ te, y ama la verdad apasionadamente. El ir con la verdad por delante le hace impopular, porque todos esquivan la verdad dolo- rosa. Él la dice, con ingenuidad, oportuna e inoportunamente por esta sencilla razón: de otro modo la verdad quedaría sin ser dicha. Iván rompe con él precisamente porque su hermano le dice la ver­ dad y, lo que es más grave, en nombre de Dios: *—Aléksieyi Fiodorovich —dijo con fría sonrisa y tratando por primera vez de usted a su hermano— : yo a los profetas y a los epiléticos no los puedo sufrir; sobre todo a los enviados de Dios; de sobra lo sabe usted. Desde este momento hemos termi­ nado y para siempre»29. Alíoscha es un superdotado de todas las calidades del espíritu para una vida sobrenatural fuerte y reconfortante. Es temperamen­ talmente generoso: no le dura el dinero en sus manos porque se deja expropiar por todo el mundo. No siente zozobras por el maña­ na porque vive con serenidad, sin las angustias del hombre prác­ tico. Se ha centrado definitivamente en Dios, en quien encuentra sin esfuerzo un sentido total para su vida. No obstante, está enraizado en un mundo donde la misma exis­ tencia de Dios es «cuestionable». Sin ser del mundo, tiene que vivir en ese mundo que se tambalea, sacudido por el materialismo, la obscenidad y el ateísmo. Es sencillo como las palomas, sin haber conseguido adaptarse a la astucia de las serpientes. 29 Ibid.

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